’ El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino ’



Fortalecido en su fe, dio gloria a Dios

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’ El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino ’
Religión
Marzo 22, 2020 21:56 hrs.
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Lunes 23 de marzo 2020

La Palabra de Dios

Primera lectura
Is 65, 17-21
Esto dice el Señor:
’Voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva;
ya no recordaré lo pasado,
lo olvidaré de corazón.

Se llenarán ustedes de gozo y de perpetua alegría
por lo que voy a crear:
Convertiré a Jerusalén en júbilo
y a mi pueblo en alegría.
Me alegraré por Jerusalén y me gozaré por mi pueblo.
Ya no se oirán en ella gemidos ni llantos.

Ya no habrá niños que vivan pocos días,
ni viejos que no colmen sus años
y al que no los alcance se le tendrá por maldito.
Construirán casas y vivirán en ellas,
plantarán viñas y comerán sus frutos’’.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 29, 2 y 4. 5-6. 11-12a y 13b
R. (2a) Te alabaré, Señor, eternamente.
Te alabaré, Señor, pues no dejaste
que se rieran de mí mis enemigos.
Tú, Señor, me salvaste de la muerte
y a punto de morir, me reviviste.
R. Te alabaré, Señor, eternamente.
Alaben al Señor quienes lo aman,
den gracias a su nombre,
porque su ira dura un solo instante
y su bondad, toda la vida.
El llanto nos visita por la tarde;
por la mañana, el júbilo.
R. Te alabaré, Señor, eternamente.
Escúchame, Señor, y compadécete;
Señor, ven en mi ayuda.
Convertiste mi duelo en alegría,
te alabaré por eso eternamente.
R. Te alabaré, Señor, eternamente.


Aclamación antes del Evangelio
Cfr Am 5, 14
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Busquen el bien y no el mal, para que vivan,
y el Señor estará con ustedes.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.


Evangelio
Jn 4, 43-54
En aquel tiempo, Jesús salió de Samaria y se fue a Galilea. Jesús mismo había declarado que a ningún profeta se le honra en su propia patria. Cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que él había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían estado allí.

Volvió entonces a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía un hijo enfermo en Cafarnaúm. Al oír éste que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a verlo y le rogó que fuera a curar a su hijo, que se estaba muriendo. Jesús le dijo: ’Si no ven ustedes signos y prodigios, no creen’. Pero el funcionario del rey insistió: ’Señor, ven antes de que mi muchachito muera’. Jesús le contestó: ’Vete, tu hijo ya está sano’.

Aquel hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Cuando iba llegando, sus criados le salieron al encuentro para decirle que su hijo ya estaba sano. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Le contestaron: ’Ayer, a la una de la tarde, se le quitó la fiebre’. El padre reconoció que a esa misma hora Jesús le había dicho: ‘Tu hijo ya está sano’, y creyó con todos los de su casa.

Éste fue el segundo señal milagrosa que hizo Jesús al volver de Judea a Galilea.

Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Pues he aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva
En la mesa de la Palabra la Iglesia hoy nos sirve en la primera lectura un fragmento de Isaías que nos habla del sobrecogedor poder del Señor, nos habla de una bendición, de una transformación cósmica, «voy a crear unos cielos nuevos y una tierra nueva».En realidad estas hipérboles poéticas reflejan una situación moral. Expresan en estos términos la aspiración radical y la esperanza infinita, aunque parezcan estas profecías algo extravagantes, no llegan aún a expresarlo todo, pues la salvación de Dios es inefable, porque Dios lo transforma todo en el interior y en el exterior del que espera.

San Pablo nos dirá que toda la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto esperando la regeneración de los hijos de Dios.

En realidad y en el fondo nos encontramos ante la posibilidad de que nuestro corazón sea transformado, mejor, creado de nuevo por orden, más profundamente aún, por el acto creador de Dios en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús.

Una novedad inaudita de la intervención personal de Dios creando todo con su palabra: el corazón del hombre lleno de luz por la fuerza bautismal en la muerte y resurrección de mi Hijo.

¿No nos estremece esta realidad? ¿No vemos en el interior de nuestro ser la fuerza poderosa de la gracia bautismal que nos ha transformado en hijos por la fe? ¿No vemos en ella la esperanza más íntima, profunda y deseada de nuestro ser?

Es el canto gozoso del salmista el que nos ayuda a expresar nuestro gozo: «Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí… Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre».

Fortalecido en su fe, dio gloria a Dios
Este episodio es programático de toda la actividad de Jesús con el hombre. En esta perícopa aparece un hombre que ejerce autoridad, es un extranjero, además de pagano, y pertenecía al poder de ocupación. Entre el funcionario y el enfermo hay una relación de sangre: es su hijo.

El funcionario busca a Jesús movido por la necesidad sin manifestar ninguna relación con él. Su hijo tiene una enfermedad grave, está para morir. Le pide que baje en persona y le cure. Lo busca atraído por su «poder», nos descubre su mentalidad, ¿y la nuestra?

Jesús le dice:— como no veáis signos y prodigios, no creéis.Está frente a Jesús, con su angustia. ¿Qué llegó a ver en él además de su poder?

Jesús no necesita bajar a Cafarnaún. Jesús le habla de comunicar vida con su palabra creadora, vida definitiva: —Anda tu hijo está curado.

El hombre creyó en la palabra de Jesús y se pone en camino: ¿Qué ha pasado en este hombre? ¿Ha cambiado su visión de Jesús ante Jesús mismo? Ha abierto en su ser el poder de la fe en Jesús.

Ahora puede bajar a Cafarnaún. Le guía la fe, la fuerza que emana de la persona de Jesús. Creyó él en Jesús y llevó con su fe, a toda su familia, a Jesús.

Jesús se admira ante la fe de hombres y mujeres que creen en Él. La fe nos abre a la existencia de un Dios personal, la fe permite a Dios mostrar en nosotros su propio poder.

Es el camino del Evangelio que recorremos durante toda nuestra vida para amanecer un día en la luz de la resurrección.

Sor María Rosario Botella O.P.
Monasterio Santo Domingo de Guzmán (Sant Cugat del Vallès)

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