’ Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley? ’


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’ Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley? ’
Religión
Agosto 21, 2020 00:00 hrs.
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La Palabra de Dios


Memoria de San Pio X, Papa

Primera lectura
Ez 37, 1-14
En aquellos días, la mano del Señor se posó sobre mí, y su espíritu me trasladó y me colocó en medio de un campo lleno de huesos. Me hizo dar vueltas en torno a ellos. Había una cantidad innumerable de huesos sobre la superficie del campo y estaban completamente secos.

Entonces el Señor me preguntó: ’Hijo de hombre, ¿podrán acaso revivir estos huesos?’ Yo respondí: ’Señor, tú lo sabes’. El me dijo: ’Habla en mi nombre a estos huesos y diles: ‘Huesos secos, escuchen la palabra del Señor. Esto dice el Señor Dios a estos huesos: He aquí que yo les infundiré el espíritu y revivirán. Les pondré nervios, haré que les brote carne, la cubriré de piel, les infundiré el espíritu y revivirán. Entonces reconocerán que yo soy el Señor’ ’.

Yo pronuncié en nombre del Señor las palabras que él me había ordenado, y mientras hablaba, se oyó un gran estrépito, se produjo un terremoto y los huesos se juntaron unos con otros. Y vi cómo les iban saliendo nervios y carne y cómo se cubrían de piel; pero no tenían espíritu. Entonces me dijo el Señor: ’Hijo de hombre, habla en mi nombre al espíritu y dile: ‘Esto dice el Señor: Ven, espíritu, desde los cuatro vientos y sopla sobre estos muertos, para que vuelvan a la vida’ ’.

Yo hablé en nombre del Señor, como él me había ordenado. Vino sobre ellos el espíritu, revivieron y se pusieron de pie. Era una multitud innumerable. El Señor me dijo: ’Hijo de hombre: Estos huesos son toda la casa de Israel, que ha dicho: ‘Nuestros huesos están secos; pereció nuestra esperanza y estamos destrozados’. Por eso, habla en mi nombre y diles: ‘Esto dice el Señor: Pueblo mío, yo mismo abriré sus sepulcros, los haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel. Cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío, ustedes dirán que yo soy el Señor. Entonces les infundiré mi espíritu, los estableceré en su tierra y sabrán que yo, el Señor, lo dije y lo cumplí’ ’.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 106, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9
R. (1) Demos gracias a Dios, porque nos ama.
Que lo confiesen los redimidos por el Señor,
los que él rescató de la mano del enemigo,
los que reunió de todos los países:
de norte y sur, de oriente y occidente. R.
R. Demos gracias a Dios, porque nos ama.
Andaban errantes por un desierto solitario,
no encontraban el camino de ningún poblado;
sufrían hambre y sed,
se les iba agotando la vida. R.
R. Demos gracias a Dios, porque nos ama.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Los guió por un camino derecho,
para que llegaran a un poblado. R.
R. Demos gracias a Dios, porque nos ama.
Demos gracias a Dios porque nos ama,
por las maravillas que hace con los hombres.
El calmó la sed de los sedientos,
y a los hambrientos los llenó de bienes. R.
R. Demos gracias a Dios, porque nos ama.

Aclamación antes del Evangelio
Sal 24, 4. 5
R. Aleluya, aleluya.
Descúbrenos, Señor, tus caminos
y guíanos con la verdad de tu doctrina.
R. Aleluya.

Evangelio
Mt 22, 34-40
En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: ’Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?’

Jesús le respondió: ’Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Seños Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Hombre mortal, ¿podrán revivir estos huesos?
Especial, significativo el pasaje que nos presenta hoy el profeta Ezequiel de los huesos secos, que simbolizan el pueblo de Dios. Entrañable el diálogo que mantiene Yahvé con el profeta. ’¿Hombre mortal, podrán revivir estos huesos?’. Ante el asombro de Ezequiel, el Señor vuelve a dar vida a esos huesos secos. ’Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago’.

¿Cómo no relacionar este pasaje con la promesa de Jesús de nuestra resurrección? ’Yo soy la resurrección y la vida el que cree en mí aunque muera vivirá para siempre’. Pero la promesa de Jesús va más allá. Se la ofrece a todos los hombres de todos los tiempos. Jesús siempre viene en nuestra ayuda. Nos asegura que la muerte no es nuestro final, que nuestro destino último es como el de él, es la resurrección a una vida de total felicidad. Al acabar nuestro trayecto terreno, Jesús nos está esperando para decirnos: ’Venid benditos de mi Padre a disfrutar del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo’. También nuestros huesos secos revivirán.

El mandamiento principal
Cualquier seguidor de Jesús que no conociese la pregunta que un fariseo dirige en el evangelio de hoy a Jesús, sabría, antes de escuchar a Jesús, cuál iba a ser su respuesta. No podía ser otra. Por si nos cabían dudas de si el amor es lo más importante de la vida humana, oyendo a Jesús se nos disipan todas nuestras posibles dudas. Jesús nos asegura que el amor es lo más importante de la vida humana. La explicación es bien sencilla. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, y si Dios es Amor también nosotros somos amor, seres amorosos, que instintivamente deseamos amar y ser amados.

Por si nos quedaban dudas, Jesús nos aclara con rotundidad que nuestro amor se lo debemos dirigir a nuestro Dios y amarle con todas nuestras fuerzas que para algo es nuestro Dios, y también a nuestros semejante y a nosotros mismos. El amor debe presidir nuestra vida. De tal manera que Jesús llegará a decirnos que debemos amar incluso a nuestros enemigos. Es que si se nos ocurre ir por el camino contrario del amor sacaremos suspenso en el vivir, y la tristeza y el mal sabor de boca y de alma nos invadirán...
Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)



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