La Palabra de Dios
Sábado 17 abril, 2021
Primera Lectura
Hch 6, 1-7
En aquellos días, como aumentaba mucho el número de los discípulos, hubo ciertas quejas de los judíos griegos contra los hebreos, de que no se atendía bien a sus viudas en el servicio de caridad de todos los días.
Los Doce convocaron entonces a la multitud de los discípulos y les dijeron: ’No es justo que, dejando el ministerio de la palabra de Dios, nos dediquemos a administrar los bienes. Escojan entre ustedes a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a los cuales encargaremos este servicio. Nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra’.
Todos estuvieron de acuerdo y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles, y éstos, después de haber orado, les impusieron las manos.
Mientras tanto, la palabra de Dios iba cundiendo. En Jerusalén se multiplicaba grandemente el número de los discípulos. Incluso un grupo numeroso de sacerdotes había aceptado la fe.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor
Salmo Responsorial
Salmo 32, 1-2. 4-5. 18-19
R. (22) El Señor cuida de aquellos que lo temen. Aleluya.
Que los justos aclamen al Señor;
es proprio de los justos alabarlo.
Demos gracias a Dios, al son del arpa,
que la lira acompañe nuestros cantos.
R. El Señor cuida de aquellos que lo temen. Aleluya.
Sincera es la palabra del Señor
y todas sus acciones son leales.
El ama la justicia y el derecho,
la tierra llena está de sus bondades.
R. El Señor cuida de aquellos que lo temen. Aleluya.
Cuida el Señor de aquellos que lo temen
y en su bondad confían;
los salva de la muerte
y en épocas de hambre les da vida.
R. El Señor cuida de aquellos que lo temen. Aleluya.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Ha resucitado Cristo, el Señor, que creó el mundo,
y que ha salvado a los hombres por su misericordia.
R. Aleluya.
Evangelio
Jn 6, 16-21
Al atardecer del día de la multiplicación de los panes, los discípulos de Jesús bajaron al lago, se embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafarnaúm. Ya había caído la noche y Jesús todavía no los había alcanzado. Soplaba un viento fuerte y las aguas del lago se iban encrespando.
Cuando habían avanzado unos cinco o seis kilómetros, vieron a Jesús caminando sobre las aguas, acercándose a la barca, y se asustaron. Pero él les dijo: ’Soy yo, no tengan miedo’. Ellos quisieron recogerlo a bordo y rápidamente la barca tocó tierra en el lugar a donde se dirigían.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús
Reflexión del Evangelio de hoy
No se puede descuidar la Palabra
Esta lectura nos lleva a situarnos en las primeras comunidades cristianas, volver a la esencia del Evangelio.
La iglesia iba creciendo y se iban sumando discípulos, seguidores de Jesús. Y en ese crecimiento, entre los hebreos y griegos hubo dificultades de convivencia, de unión y de comunión.
Los apóstoles no podían dejar de predicar, de llevar la Palabra de Dios, y quisieron llamar a todos sus discípulos, y entre toda la asamblea elegir a los llamados Diáconos. Elegir siete hombres que ayudasen a extender el Evangelio y dar testimonio de la Resurrección de Cristo. No es tarea fácil, hay persecución, pero aún así siguen dando un fuerte testimonio y atrayendo nuevos discípulos.
Una vez elegidos son los apóstoles los que comienzan invocando al Espíritu para dar los dones a los elegidos, y son los mismos apóstoles los que les imponen las manos para su servicio de entrega a los pobres, a los que se sientes vacíos, a los que quieren conocer a Cristo.
Hoy la tarea de evangelizar es muy necesaria, vivimos también persecución, la gente deja de creer en Dios, hay mucha falta de fe, y debemos sentirnos llamados y elegidos para esta misión, Predicar el Evangelio. Vivir la oración y el servicio unidos para estar fortalecidos, y así llegar al corazón del hombre de hoy.
Soy yo, no temáis
La tarde va cayendo y la noche sea adueña de nuestras vidas, de las vidas de los apóstoles en los que la decepción, la oscuridad, la incertidumbre, el miedo, han hecho mella.
Bajan al lago, cogen una barca y entran mar adentro. Dejando a Jesús atrás.
Un fuerte viento se levanta y la navegación se hace más peligrosa, el miedo crece. Los apóstoles están desanimados, desolados. Pero pasados unos cinco kilómetros, Jesús sale a su encuentro, va caminando por las aguas, y al verlo los discípulos vuelven a sentir miedo, hasta que lo reconocen.
Le acogen en su barca y vuelve a ellos la tranquilidad, desaparece el miedo, ya no se sienten ni solos ni desilusionados, sino felices de volver a tener al Señor con ellos. Quizá sí pudieron sentir un poco de vergüenza y tristeza ante su desconfianza, su falta de fe. Pero Jesús no les abandona, Él es el Buen Pastor que acude en busca de su rebaño, no lo deja que se vaya a la deriva, lo coge de su mano y les fortalece para seguir navegando por las aguas y llegar a la orilla.
Hoy día quizá también estamos como los apóstoles, nos adentramos en la oscuridad llenos de desesperanza, nuestra fe se ha vuelto débil, desconfiamos, ¿nos sentimos acaso abandonados por Jesús?, o por el contrario, ¿acaso no somos nosotros los que huimos, al no ver lo que queremos ver en Él? Entramos en crisis y queremos abandonar y es en esos momentos en los que debemos luchar por salir a la Luz, seguir remando sin abandonar, sabiendo que Él llegara en cualquier momento a salvarnos, se acerca y nos dice : soy yo no tengáis miedo. Palabras de las que debemos fiarnos. Él no viene a echarnos una fuerte reprimenda por nuestras huidas, por nuestra falta de fe, todo lo contrario viene a darnos su amor incondicional y a salvarnos.
Somos elegidos al igual que los apóstoles para continuar su obra, para seguir construyendo el Reino de Dios, para llevar el
Evangelio por todo el mundo.
Debemos enfrentarnos a nuestros miedos, vencer nuestras inseguridades, afianzar nuestra fe. Jesús sale siempre a nuestro encuentro, camina junto a nosotros, porque Él es nuestra fuerza, nuestra confianza, nuestro mayor alimento, la Luz que nos guía. Nunca dejará que nos perdamos en la oscuridad de la noche, que nuestra barca se hunda, la barca de nuestra iglesia.
Él es el Camino que nos lleva a la Verdad, para que su Vida brille en el mundo apagando toda oscuridad.
Monasterio Sta. María la Real - MM. Dominicas
Bormujos (Sevilla)