’ Vosotros sois la sal de la tierra ’


Que vuestra fe se apoye en el poder de Dios

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’ Vosotros sois la sal de la tierra ’
Religión
Abril 26, 2021 02:46 hrs.
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La Palabra de Dios

Lunes 26 abril 2021

Primera Lectura
Hch 11, 1-18
En aquellos días, los apóstoles y los hermanos que vivían en Judea se enteraron de que también los paganos habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro regresó a Jerusalén, los circuncidados le hicieron reproches, diciendo: ’Has entrado en la casa de unos incircuncisos y has comido con ellos’.

Entonces Pedro les contó desde el principio lo que le había pasado: ’Estaba yo en la ciudad de Jafa, en oración, cuando tuve una visión y vi algo semejante a un gran mantel, que sostenido por las cuatro puntas, bajaba del cielo hasta donde yo me encontraba. Miré con atención aquella cosa y descubrí que había en ella toda clase de cuadrúpedos, fieras, reptiles y aves. Oí luego una voz que me decía: ‘Levántate, Pedro. Mata el animal que quieras y come’. Pero yo le respondí: ‘Ni pensarlo, Señor. Jamás he comido nada profano o impuro’. La voz del cielo me habló de nuevo: ‘No tengas tú por impuro lo que Dios ha hecho puro’. Esto se repitió tres veces y luego todo fue recogido hacia el cielo.

En aquel instante, se presentaron en la casa donde yo estaba tres hombres, que venían de Cesarea, con un recado para mí. El Espíritu me dijo entonces que me fuera con ellos sin dudar. También fueron conmigo estos seis hermanos y todos entramos en casa de aquel hombre. Él nos contó cómo había visto de pie, ante él, a un ángel que le dijo: ‘Manda a buscar en Jafa a Simón, llamado Pedro. Lo que él te diga, te traerá la salvación a ti y a toda tu familia’. En cuanto empecé a hablar, el Espíritu Santo descendió sobre ellos, como había descendido al principio sobre nosotros. Entonces me acordé de lo que había dicho el Señor: ‘Juan bautizó con agua; pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo’. Por lo tanto, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesús, ¿quién soy yo para oponerme a Dios?’

Con esto se apaciguaron y alabaron a Dios, diciendo: ’Por lo visto, también a los paganos les ha concedido Dios la conversión que lleva a la vida’.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor
Salmo Responsorial
Salmos 41, 2-3; 42, 3.4
R. (cf 41, 3a) Estoy sediento del Dios que de la vida. Aleluya.
Como el venado busca
el agua de los ríos,
así, cansada, mi alma
te busca a ti, Dios mío.
R. Estoy sediento del Dios que de la vida. Aleluya.
Del Dios que da la vida
está mi ser sediento.
¿Cuándo será posible
ver de nuevo su templo?
R. Estoy sediento del Dios que de la vida. Aleluya.
Envíame, Señor, tu luz y tu verdad;
que ellas se conviertan en mi guía
y hasta tu monte santo me conduzcan,
allí donde tú habitas.
R. Estoy sediento del Dios que de la vida. Aleluya.
Al altar del Señor me acercaré,
al Dios que es mi alegría,
y a mi Dios, el Señor, le daré gracias
al compás de la citara.
R. Estoy sediento del Dios que de la vida. Aleluya.

Aclamación antes del Evangelio
Jn 10, 14
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el buen pastor, dice el Señor;
yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí.
R. Aleluya.

Evangelio
Jn 10, 1-10
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: ’Yo les aseguro que el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón, un bandido; pero el que entra por la puerta, ése es el pastor de las ovejas. A ése le abre el que cuida la puerta, y las ovejas reconocen su voz; él llama a cada una por su nombre y las conduce afuera. Y cuando ha sacado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y ellas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños’.

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir. Por eso añadió: ’Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado.

Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia’’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Que vuestra fe se apoye en el poder de Dios
Vivir la Pascua significa dejarnos encontrar por el Resucitado, acoger la Vida que Él nos da para desplegarla en nosotros y en nuestro mundo. Esta es la misión a la que somos invitados.

Misión que sólo podemos realizar por tanto si, el Señor nos ha tocado la vida y nos hemos dejado transformar por Él. Esto significa conocer a Cristo para Pablo: vivir la experiencia de sentirse amado y salvado por un Dios que ha salido a su encuentro, en el camino de Damasco; un Dios con rostro de crucificado, a quien él ha perseguido y ante quien cae de rodillas para decir: ’Me amó y se entregó por mí’; un Dios cuya Gracia ha sido más fuerte que su cerrazón y su pecado.

Ante este Cristo, a quién Pablo lleva impreso en sus entrañas y que se convierte en el motor, fuerza y sabiduría de su vida y predicación ¿qué puede decir un ser humano? ¿Qué palabra o gesto humano puede expresar tanto amor? ¿Cómo no sentir en la predicación ’temor y temblor’ como sintió Pablo? Y sin embargo el Señor le envía, nos envía, con nuestras limitaciones y pobrezas, y precisamente con ellas, a ser sus testigos. Sólo nos pide poner nuestros ojos, nuestros oídos, nuestra voz, nuestras manos y nuestros pies a su servicio y sobre todo la confianza en la fuerza del Espíritu, capaz de revelarnos aquello que nuestro corazón, en el fondo, desea y que Dios Padre nos ha entregado en su Hijo.

Preguntémonos hoy: en nuestro deseo de anunciar a Cristo y de acompañar el crecimiento en la fe de las personas, ¿en qué o en quién nos apoyamos? ¿A qué le damos importancia? ¿Confiamos en la fuerza de Dios para tocar y transformar los corazones de aquellos a quienes queremos anunciar su Palabra?

Vosotros sois la sal de la tierra
Muchas veces, al escuchar este pasaje del Evangelio, hemos visto en Él una especie de tarea a realizar, algo a lo que tenemos que llegar como cristianos. Pero si nos fijamos, el texto no nos dice que ’debamos ser sal o luz’ de la tierra, sino que de hecho lo somos. Es algo que pertenece a nuestra esencia, que nos define, que se refiere a nuestra identidad. Por eso, os invito a profundizar en estos dos símbolos tan cotidianos en nuestra vida, de los cuales sólo tomamos conciencia cuando nos faltan o cuando están presentes en exceso. ¿Qué nos aportan y qué nos llama la atención de ellos?

Seguramente cada uno de nosotros descubrirá muchos matices; a mí hoy se me presenta con fuerza la capacidad de uno y otro elemento para hacer que, allí donde están presentes, todo queda realzado. En el caso de la sal, el sabor de los platos; y en el caso de la luz, la forma, el color y el brillo de cada elemento que recibe esa luz. Valoramos la sal, no de forma aislada, sino dentro del guiso que vamos a comer. ¿Para qué serviría la sal si no? Y valoramos la luz, cuando vemos las cosas con claridad y nitidez. Y porque sabemos lo que significa un buen guiso y lo que significa poder disfrutar de la visión de la creación, nos damos cuenta de cuán necesarias son la sal y la luz para la vida.

Si cada uno de nosotros somos sal y luz del mundo, significa que no podemos ser plenamente lo que somos sin abrirnos por un lado a recibir, de Dios, de los otros y de la creación, la sal y la luz que necesitamos y que permite que salga lo más valioso y auténtico de nosotros mismos; pero que al mismo sólo puede manifestarse como tal si se entrega gratuitamente a los demás, que necesitan también abrirse a nuestro don para poder ser en plenitud.

Identificar el ser de la persona y su misión con ser sal y luz del mundo, me invita hoy a tomar conciencia de nuestra interdependencia, y de la importancia de vivir al servicio del bien común y de la fraternidad. No como una opción entre otras, sino como la única que expresa nuestra verdadera identidad humana.

Hna. María Ferrández Palencia, OP
Congregación Romana de Santo Domingo

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