No pocos estudiosos o vecinos del contorno reconocen a Chiconcuac como un centro comercial de gran importancia e influencia para la región, esta condición local trasciende a nivel nacional y en algunos casos llega al ámbito internacional.
Esto mantiene a la mayoría de los micros y medianos empresarios, chiconcuaquenses en alta estima comercial, financiera y emocional, que contagia a una considerable porción de nativos y allegados de otros lugares, pregonan y presumen con orgullo ser de Chiconcuac, porque simboliza, sea cierto o falso, un estatus de buen poder adquisitivo.
Sin embargo, la realidad se encarga de jalar las orejas a todos todas para ponerlos en su justa dimensión, de esa compleja miscelánea: comercial, cultural, social etc., hoy abordaré parte de la fisónoma urbana
Ni vecinos ni autoridades hacen lo posible para reconocer y comenzar a corregir los errores comunitarios que se han venido cometiendo históricamente; a decir: el haber destruido edificios icónicos que hicieron perder la característica propia urbano-rural de Chiconcuac, desaparecida para siempre.
Se han destruido los portales que daban identidad al centro histórico, donde nació el comercio que hoy da vida e ingresos, a gran parte de la población originaria y migrante en todas las calles del centro histórico municipal.
Los ancestrales olivos que abundaban en calles, algunos predios y el patio atrial de la parroquia de san miguel, han desaparecido, en cambio se han construido muchos edificios, y como nostalgia de ese pasado quedó únicamente el nombre de un paraje denominado ’el puente de olivo’, donde se halla desde hace algunos años la terminal de autobuses México Texcoco. Los olivos y un pequeño puente de piedra, fueron derribados sin que nadie le diera importancia al hecho.
La más reciente tala de otro olivo sucedió hace algunos meses; los mayordomos que fungieron el ciclo religioso anterior lo desaparecieron y en su lugar edificaron un techo metálico para festividades patronales, mientras que del olivo solo quedó un tronco que lucha por renacer.
La fachada norte del único edificio que medio conserva sus características originales: la parroquia de san miguel, perdió la vista desde parte al quedar oculta por ese frio e insulso armatoste metálico que se construyó.
Nadie, ni las autoridades de Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Secretaría de Cultura estatal, mucho menos la instancia municipal o los vecinos cuestionaron la construcción.
Hay también en la parte sur de la barda perimetral de la parroquia, un reloj solar de piedra al que cada nueva mayordomía le aplica su dosis de vinílica. La varilla que reflejaba la sombra en las vetas talladas del pedernal, y que establecían los horarios de las actividade4s de los abuelos, está desaparecida.
Sobrevive al costado izquierdo de la presidencia antigua, una casa de inicios del s. XX llamada ’el palomar’, denominada así, porque su techo alberga un pequeño caserío de pichones, sin embargo, esta vetusta construcción no se ha librado de la ’modernidad estética’ que aportan las cortinas metálicas los vistosos refrigeradores de cocacola comida chatarra que impiden ver las características originales de lo que queda en la plaza principal de esa época.
El palacio municipal antiguo también sido alterado tanto en su estructura como en su exterior, con elementos toscamente alejados de su estilo original; el edificio estuvo decorado con murales una temporada, pero llegaron las autoridades que no les pareció el estilo y borró todo.
Como dato relevante e histórico de esa apatía por la identidad histórica y cultural del municipio por autoridades y pobladores, mencionaré que, la primera escuela rural de agricultura en México llamada entonces Escuela Libre de Agricultura Emiliano Zapata No. 1, fundada el 30 de octubre de 1927 con el apoyo de personalidades como Diego Rivera y Xavier Guerrero, y que promovía un proyecto político comunista, según lo informado por la revista Alquimia de la UNAM y Texcoco en el tiempo, también fue desaparecida. Se hallaba donde hoy se ubican elos Correos de México
Por lo anteriormente citado y lo que falta por cuestionar, si los constructores no han tenido la osadía de sugerir e influir en la urbanización del municipio, menos las autoridades que han presidido las administraciones han tenido ni tienen una perspectiva urbanística que comience a visualizar, regular y ordenar el municipio,
Las autoridades en su mayoría y en general no sabe por qué, por quién, ni para qué están ahí, llegaron como lo predijo un ex regidor porque ’ya es mi suerte’, y no porque lideren y sean respetadas por la población, por lo tanto, no hay conexión con el vecindario y, el estancamiento social y urbano en el cual, desde mi modesto punto de vista, se encuentra Chiconcuac, no tiene para cuando se cambie.
En este sentido, por citar solo la administración anterior encabezada por la primera fémina gobernante sexenal y municipal de Chiconcuac Catalina Velasco Vicuña, así como la actual que encabeza Rafael Vázquez de la Rosa,
los habitantes de Chiconcuac ni están ’creciendo juntos’, como rezaba el lema de la presidenta actual, ni están ’trabajando con raíces firmes’ como pregona institucionalmente el régimen de Vázquez de la Rosa.
Así, en el marco de las profundas transformaciones que se están suscitando en el mundo, en la nación y en muchos lugares de México, el Chiconcuac actual ¿está en las mismas o peor? La respuesta cada quien puede respondérsela según su propia perspectiva.