Segunda de cuatro partes

Ciencia y Tecnología desde el enfoque humanístico, y sólo como consecuencia de éste, su potencial militar, político y económico

Ciencia y Tecnología desde el enfoque humanístico, y sólo como consecuencia de éste, su potencial militar, político y económico
Política
Octubre 23, 2022 23:41 hrs.
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Raúl De La Rosa › diarioalmomento.com

En la entrega pasada estuvimos hablando de ética en las ciencias, sobre todo en la biología, es decir, de la bioética, porque es lo primero que se nos viene a la mente cuando hablamos de ética y ciencia, pero tan o más importante que la bioética, o mejor expresado, entendiendo a la bioética más allá de la criobiología, farmacéuticas, inmunólogos, tanatólogos, virólogos, etc., la ética debe permanecer en toda etapa del proceso de investigación científica e innovación tecnológica, sobre todo para quienes desarrollan su quehacer científico a partir de la tercer década del siglo XX, cuando los equilibrios en las relaciones entre individuo, ciencia y sociedad quedaron inundadas por los cambios de gran importancia en las consideraciones que inexorablemente empezaron a ser endógenas a toda actividad científica con respecto a su apego, o no, de la ética. En absolutamente toda actividad científica y tecnológica.

Los grandes avances científicos y su consecutivo impacto en las tecnologías propiciaron el descomunal aumento del conocimiento científico y tecnológico y de su acervo bibliográfico, y la velocidad y alcance logrados en la difusión de tales avances, impusieron relevantes cambios en los aspectos éticos de todos los procesos y fines de las investigaciones científicas e innovaciones tecnológicas, que venían pasando casi desapercibidos.

Quizá el primer campanazo de la investigación científica apegada a la ética o bien, despegada, lo puso Nicolás Maquiavelo, con su libro El Príncipe, donde impuso "el fin justifica los medios". Y ello generó toda una revolución en las conciencias de la filosofía, el derecho y las ciencias políticas. Pero el momento determinante sucede en los años 1930s, cuando se planteó la posibilidad de manipular la fusión nuclear. A partir de entonces la humanidad fue sacudida por eventos casi inconcebibles, y ciertamente increíbles, que la tornaron consciente de la dimensión que realmente debe tener la ética en la ciencia y tecnología.

Después, los hechos ocurridos en la década de los 1940s marcaron el cambio de rumbo inexorablemente: la inaudita exterminación masiva y los experimentos en humanos que la Alemania nazi desarrolló, y en un acto igual de inaudito y de exterminación masiva, los bombardeos atómicos a poblaciones civiles llevados a cabo por EEUU y sus aliados de Europa occidental a dos ciudades del Japón. Pero eso sólo fue el inicio, porque a partir de entonces hubo muchos más sucesos que estábamos obligados a relacionar con la ética, pero no lo hicimos.

Por ejemplo, la biotecnología y la genética molecular han abierto fronteras y posibilidades antes no pensadas. Las perspectivas de cambios radicales en la distribución de especies y de control de las mismas, incluyendo a los humanos, sobrepasaron la preocupación de un posible uso indebido de los resultados de investigaciones puntuales. Fuera del ámbito de los laboratorios, la destrucción progresiva e irreversible de la naturaleza y sus recursos, los hallazgos de cambios climáticos que apuntan a un futuro incierto para la vida como la conocemos y las restricciones impuestas por los mecanismos de protección de mercados, son nuevos escenarios que despiertan inquietud por sus facetas éticas en todas las investigaciones científicas e innovaciones tecnológicas.

Ya no se trata solamente de faltas por plagio de contenidos o alteración de resultados, que siempre han preocupado y ocupado, sino de situaciones derivadas de la investigación y el conocimiento que llevan a consecuencias desconocidas o insospechadas que alcanzan hasta la destrucción masiva. Una preocupación que comenzó a ser alarmante desde aquella Alemania Nazi y que se selló en el verano del año de 1945 en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, pero es en tiempos recientes cuando se ha comenzado a insistir en una ética de la ciencia y a considerarla extensiva en ámbitos políticos, educativos, institucionales y otros, que impactan en las investigaciones científicas e innovaciones tecnológicas.

No es que la ética sea una cuestión novedosa a la ciencia moderna, sino que ésta siempre ha estado imbuida en las labores de investigación científica, sólo que la omitimos, bien por perversidad, bien por absoluta negligencia de la racionalidad humana. Ahora la ética no solamente intenta aclarar los valores morales del trasfondo de la actividad, sino que sustenta su discusión pública, impone un nuevo diálogo entre ciencia, industria y sociedad, para adentrarnos en la responsabilidad social de la ciencia, es decir, imponer a la ética como la gobernabilidad de la ciencia y la tecnología. Si bien todos aquellos quienes están involucrados en la formulación y ejecución de las políticas de ciencia y tecnología tienen su alta cuota de responsabilidad, quienes tienen mayores y más inmediatos conocimientos acerca de los beneficios y peligros de un aspecto determinado de una aplicación de los logros científicos y tecnológicos tienen una responsabilidad especial adicional de usar esa percepción: las y los investigadores. En ellas y ellos la responsabilidad ética del investigador es primaria e inalienable. Esa responsabilidad no es grande o pequeña… es absoluta y endógena al quehacer científico y tecnológico, permanentemente, pues el conocimiento implica corresponsabilidad moral.

En las últimas cinco décadas, en todo el mundo occidental, sobre todo en Latinoamérica, se constituyeron comités asesores de bioética a nivel internacional, nacional, local y hasta institucional. Se legisló sobre bioética. Las leyes y los comités de bioética se ocuparon de proteger a las personas sujeto de investigaciones médicas, reglamentar la experimentación animal, opinar sobre temas objeto de controversia relacionados a la práctica médica, en especial aquellos que conciernen a la eutanasia, y analizar temas relacionados con la investigación en genética y reproducción humana. Pero hoy en día los aspectos éticos de la ciencia y la tecnología abarcan mucho más que los problemas de índole médica, alcanzando a todos los campos del saber científico y también a sus relaciones con la sociedad y su responsabilidad frente a ella. Igual en Medicina, que, en Ingeniería, Física, Química, Mecatrónica, etc. Por ello, en los últimos 10 años se han establecido comités (internacionales, nacionales o locales) de ética en la ciencia y la tecnología, con una visión mucho más amplia que los anteriores comités de bioética. Los alcances de la ética de y en la ciencia, van más allá de la investigación médica y las personas, mucho más allá, comprenden al medio ambiente y todos sus componentes, o sea, la continuidad de la vida en este planeta, tal como la conocemos, implícita y obviamente, incluyendo la preservación de la biodiversidad, y también tocan a la utilización pacífica de los logros de la ciencia y la tecnología. Es decir, revaluar los usos como armas de guerra de toda investigación e innovación.

Los dilemas éticos de la ciencia no se resuelven estableciendo comités, normas y códigos, sino a través de la cabal comprensión, por parte de todos los actores, de las implicaciones y efectos de los hallazgos científicos. Es menester volver a los principios básicos de las ciencias que nos recuerdan que mientras más sabemos de una cosa, más ignoramos de la realidad total, y con ello quedamos como ignorantes de las posibles, y a veces obvias, consecuencias de nuestro minúsculo saber.

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