Desde la vieja guardia

Mucho se habla de modernidad, pero cada quien tiene su opinión política. Política tiene su propio concepto, para la oligarquía la modernidad consiste en reformas en gañosas que arrojan resultados sociales que nos dejan igual, luego entonces llega otro político que hace su modernidad a su manera y otra vez quedamos igual, y la modernidad? Y bueno así ya llevamos un siglo con este circulo vicioso.

Ahora tenemos un presidente que hace una modernidad al concepto de una gran mayoría en el país que no se veía ni en sueños, un mundo igualitario, beneficios para el pueblo explotado, para los jóvenes, para los niños, para los adultos mayores, reformas en la tecnología que benefician a la sociedad.

Y para variar aparece una oposición que otra vez nos habla de modernidad que es la misma que vienen manejando desde hace un siglo.

Es como cuando haces un escrito y sólo le cambias una coma, esto viene a cambiar todo el sentido y lo más peligroso, todo propósito, pero después le cambian una palabra, vienen las acciones y es cuando te das cuenta que todo era un engaño, ese que corroe, ese que maltrata y que deja tu dignidad hundida en la nada, ¿cuántas veces se repite? ¿Cuántas veces te humilla? ¿Cuántas veces te engañaron? ¿Cuántas veces tratas de levantarte? ¿Cuándo cambiarán las cosas? ¿Cuándo se acabará este sistema?

¿Nunca?… Y el hombre cuándo recuperará su dignidad, solo será cuestión de sacudirse ¿Sacudirse qué?.

En alguna ocasión y en algún lugar existía un señor que empezó a tumbar una montañas con su pico y con su pala y le decían los que iban pasando: viejo ¿Qué haces? El hombre contestaba: Removeré las montañas, los hombres se reían y le decían: Estás loco viejo, nunca vas a terminar y el hombre contestaba ’claro que sí’.

Esta montaña no me gusta la voy a cambiar por otra nueva y le contestaban ’¡como crees! Nunca terminarás ahí te vas hacer viejo y ahí morirás y así quedará tu trabajo’ a lo que el hombre contestaba ’me voy a morir pero mis hijos continuarán, después seguirán mis nietos, después sus hijos y luego los hijos de sus hijos, así sucesivamente y así removeré las montañas’. Y el pueblo lo bautizó como el viejo tonto que removió las montañas. Así vamos revolucionando hasta cambiar las montañas por otras más limpias, más justas y que de cada madre latina nazca un revolucionario y una revolucionaria.