Editorial Central MX

Los problemas para el otrora poderoso e invencible PRI en el Congreso de Hidalgo iniciaron con una revuelta interna liderada por el entonces priista Canek Vázquez, en la LXIII legislatura, cuando el 20 de marzo de 2018, de la mano de Vázquez Góngora y su renuncia al PRI, varios legisladores buscaron aliarse para desplazarse hacia la segunda fuerza legislativa.

Solo la oportuna operación política realizada por la entonces coordinadora priista, María Luisa Pérez Perusquía, les impidió tal objetivo.

Pero era cuestión de tiempo, empujados por la ola lopezobradorista, las candidaturas de morena que conformaron la siguiente legislatura avasallaron y se convirtieron en una bancada de total mayoría con 17 diputados de mayoría relativa.

El grupo priista quedó reducido a cinco integrantes, como nunca antes en la historia, condenados al sometimiento absoluto y amparados en una muy endeble alianza, casi inexistente, con tres diputados panistas.

Nuevamente, la habilidad política y legislativa de Pérez Perusquía logró lo que parecía imposible y el GLPRI no solo no se sometió a la mayoría morenista, sino en un alarde legislativo y metafórico de la batalla de las Termópilas, les hicieron la vida imposible a los inexpertos y, en muchos casos (casi todos), ineptos morenistas.

Esa hazaña legislativa fue posible gracias a la cohesión, disciplina y lealtad del grupo priista con su coordinadora, María Luisa Pérez Perusquía, además del oficio, preparación académica y experiencia de Julio Valera, Mayka Ortega, José Luis Espinosa y Adela Pérez.

Esa cohesión en torno a su partido fue la clave para la supervivencia priista en la legislatura más complicada en la historia de ese partido en el escenario político hidalguense.

En la legislatura actual, hay señales de que esa cohesión y compromiso legislativo y partidista no existen en torno a Julio Valera, el actual coordinador priista y en este momento presidente de la Junta de Gobierno.

Habrá para el análisis muchos factores para descifrar esa falta de disciplina, la histórica disciplina priista que tan buenos resultados políticos y electorales les había dado.

Se podría colegir una falta de liderazgo del propio Valera Piedras, quien no ha podido conformar un grupo no solo unido, sino comprometido.

Es evidente la disidencia interna de al menos tres perfiles, dos femeninos y uno masculino, quien al ser suplente y perder la posición ante el propietario, Alejandro Enciso, ha quedado nulificado.

Sin embargo, Valera Piedras no ha logrado enfrentar con propiedad esas inconformidades y ambiciones internas en su grupo, lo que significa un estado de vulnerabilidad priista al interior del congreso aun y cuando en la presente legislatura son tres diputados más del GLPRI con relación a la anterior.

Valera Piedras tiene oficio y experiencia, sin duda, sin embargo es notoria su falta de confianza para enfrentar con más firmeza esas rebeliones, naturales rebeliones cuando el líder no demuestra mano, no dura, pero si firme.

El principal factor, sin duda, es la falta del gran liderazgo, la del jefe político por antonomasia entre la clase priista hidalguense hasta hace poco menos de dos meses, la ausencia por primera ocasión en la historia de un gobernador del PRI ha ocasionado que cualquiera pueda pretender liderar espacios de poder en la vida política estatal.

Y no, no cualquiera puede. Valera Piedras es el único con blasones políticos y académicos para liderar el Congreso y a su partido, pero deberá demostrar también que tiene la personalidad y carácter necesario para imponerse no solo a extraños, sino a propios también.

Si no lo logra, la debacle priista en el congreso del estado será absoluta y su absoluta responsabilidad, en menos de un lustro de decadencia.