EN EL INVIERNO
El hombre ha dividido el año solar en cuatro estaciones: la primavera, el verano, el otoño y el invierno. En esta última estación, en la parte del mundo donde predomina la religión católica, se celebran principalmente seis eventos: La Noche Buena, la Navidad o Natividad, los Santos Inocentes, el Año Nuevo (la noche vieja con su cena de fin de año y el año nuevo en sí), la Epifanía y la Candelaria. De estas festividades, la Navidad es la que reviste mayor importancia.
Tradicionalmente la Noche Buena se celebra con una cena familiar; y, de inmediato, en la Navidad, se conmemora el nacimiento de Jesús o Jesucristo. En el día de los Santos Inocentes, además de recordar a unos infantes sacrificados por Herodes el Rey, se hacen algunas bromas a los olvidadizos; en el año nuevo, como su nombre lo indica, se festeja el final de un casi siempre difícil año viejo y el esperanzador inicio de un nuevo año; en la Epifanía, se celebra el día de los ’Reyes’ Magos, hay una rosca de reyes y regalos para los niños; y en la Candelaria, el agraciado con un muñequito de plástico encontrado en la rosca de reyes halaga con tamales a las amistades o a con quien haya partido anteriormente esa rosca.
En la actualidad, la gran mayoría de los católicos, algunos protestantes, muy pocos testigos de Jehová, pocos mormones (los adherentes a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días) y aún mucho menos los que se hacen llamar cristianos en todas sus modalidades, aceptan que Jesús pudo haber nacido un 25 de diciembre. Popularmente se dice que ’el 24 es Noche Buena y el 25 es Navidad’. Esta creencia generalizada, la de que Jesús nació un 25 de diciembre, también está extendida entre personas de latitudes muy diversas y que incluso profesan alguna religión diferente a la católica o a la de su modalidad protestante y otras más. Sin embargo, al parecer, esta fecha no es tan precisa ni las cosas fueron o son tan puntuales como generalmente están aceptadas.
LA NAVIDAD O NATIVIDAD
Lo que a continuación se presentará, es la recopilación, muy somera, de escritos sobre una pequeña etapa de la vida de Jesús, únicamente la fecha de su nacimiento, ni siquiera el lugar donde nació, sólo la fecha. Se verá a continuación cuan confuso y obscuro resulta abordar las etapas de la vida de su vida; se intuirá que parece ser como si intencionalmente alguien o algunos buscaron y buscan aún que la verdad no se sepa, que la verdad no os haga libres.
Sobre el lugar de su nacimiento solamente se anotará que, de acuerdo con algunos estudiosos de la Biblia, particularmente del Nuevo Testamento, el lugar más probable en el que pudo haber nacido Jesús fue Nazaret y le sigue Cafarnaúm. El lugar menos probable fue Belén, pero la Iglesia Católica aceptó este último lugar para hacer concordar la profecía y poder concederle a Jesús la descendencia desde el Rey David y validar su mesianismo. Así, según Lucas, capítulo II, versículos del 4 al 6: ’Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de, David, que se llama Belén, por cuanto era la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba en cinta. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento’.
Volviendo a la Navidad, pero por ahora desde el punto de vista materialista y económico, es una festividad pragmática y para nada religiosa ni espiritual. Alrededor de esta celebración hay un incremento en las ventas de algunos artículos, y el de los precios de éstos, así como el de otros objetos y servicios que en otras estaciones del año son más baratos o no se venden, como son las agendas, ciertos alimentos, vinos y licores; se incrementa la venta de juguetes, viajes (el turismo) y demás.
La Navidad tiene también una importancia sociopolítica y psicológica, ya que alrededor de este acontecimiento hay manifestaciones espontáneas de buenas voluntades, es fecha propicia para las reconciliaciones y el perdón; también para manifestar buenos y positivos deseos, hacer planes, entablar treguas entre enemigos, estrechar los lazos familiares, acercarse a la religión. Sin embargo, infortunadamente, en los días previos a esta celebración se incrementan los robos, las extorciones en todas sus modalidades y en donde la corrupta policía participa activamente. En fin, todo mexicano sabe de esto muy bien por haber sido, ser y seguir siendo víctima de maleantes, de criminales, de políticos, de inservibles ’servidores’ públicos, de policías de los tres niveles, destacando los estatales del Estado de México, etcétera.
Volviendo al tema, la Navidad, para casi todos los católicos y demás personas que se dicen ser cristianas, se celebra en el instante que corresponde al final del día 24 de diciembre y el inicio del 25 del mismo mes. El 24 a las doce horas pasado meridiano o el 25 a las cero horas; y durante el día 25 de diciembre es el día de Navidad; y esto ocurrió hace ya más de dos mil años según la religión católica. Estas afirmaciones tan puntuales suenan muy cómodas. Sin embargo, incluso para la misma Iglesia Católica, no es así de puntual. Para esta iglesia, la Noche Buena inicia a la caída del Sol del día 24 de diciembre; y a las doce horas pasado meridiano celebra el nacimiento de Jesús.
Para llegar a la aceptación popular y generalizada de esta fecha, que lo más probable no es correcta, en el transcurso de los poco menos de veinte siglos de existencia de la Iglesia Católica, han emergido algunos ’contratiempos’, por usar algún término, los cuales a continuación se reseñarán.
LOS PAPAS FIJAN EL NACIMIENTO DE JESÚS
La fecha del nacimiento de Jesús la comenzaron a celebrar los cristianos hasta el año 98 de nuestra Era, desde entonces y hasta el presente se ha celebrado este natalicio hasta en 136 fechas distintas en cuanto al día. De todas esas fechas, destacaban principalmente el 6 de enero, el 2 de febrero, el 25 de marzo, el 19 de abril, el 20 de mayo y el 29 de septiembre.
De estos días, el 6 de enero fue el elegido en principio para celebrar la Natividad de Jesús; y parece ser que fueron los cristianos de Egipto (los coptos) los que fijaron este día. Además, al parecer, fue el Papa Clemente I (88 a 98 d. de C.) quien instituyó la celebración de tal Navidad. Pero debido a las discrepancias en las fechas y la inquietud por determinar el día exacto del nacimiento de Jesús, años después, el Papa Fabián (236 a 250 d. de C.), calificó de sacrílegos a todos los que intentaran determinar la fecha del nacimiento de Jesús.
Posiblemente, la elección de la fecha actual del 25 de diciembre se deba a Cirilo, Obispo de Jerusalén (y santo, según la Iglesia Católica), quien le pidió al Papa Julio I (337 a 352 d. de C.) que se estableciera este día como la fecha del nacimiento de Jesús y la Epifanía el 6 de enero.
Esto aconteció por el año 350 de nuestra Era; y la primera Navidad en ese día, se celebró muy probablemente en el año 364 d. de C., aunque no fue sino hasta el año 400 d. de C. cuando se extendió a toda la Iglesia esta fecha como la de la celebración del nacimiento de Cristo, a excepción de la Iglesia Griega, que seguía celebrando en esos tiempos la Navidad el día 7 de enero, rigiéndose por el antiguo calendario juliano. Otros autores sostienen que fue el siguiente Papa, Liberio (352 a 356 d. de C.), quien realmente fijó como fecha inmutable del nacimiento de Jesús la media noche entre el 24 y el 25 de diciembre.
EL NACIMIENTO DE JESÚS SE DEBE AL SINCRETISMO
Por otra parte, se afirma que un monje de nombre Dionisio y apodado el Exiguo, en el año 525 o tal vez 351 d. de C. (según las diversas fuentes que se consulten), trasladó la fecha del nacimiento de Jesús desde el mes de marzo hasta el 25 de diciembre de ese mismo año (del calendario romano) y al año siguiente del nacimiento lo llamó año uno (1). Entonces, de acuerdo con Dionisio, Cristo nació el año 1 antes de nuestra Era. Se afirma que este monje decidió hacer esos cambios de fechas aprovechando las celebraciones paganas del nacimiento del Sol Invictus o Natalis Invictis, lo cual fundamenta la aseveración en el sentido de que en realidad lo ocurrido fue un fenómeno cultural conocido como sincretismo religioso.
Desde esta perspectiva, lo que algunos autores creen que pasó realmente, es que los cristianos primitivos se apropiaron de una festividad pagana de la antigua Roma para darle así forma al mito de Jesús como hijo de Dios y enmarcarlo dentro de las tradiciones zodiacales, ya que de acuerdo con aquellas tradiciones paganas (griegas y romanas, principalmente), se sostenía que los dioses nacían siempre después del solsticio de invierno, después del día más corto del año y cuando el signo zodiacal de Virgo asciende sobre el horizonte; de ahí el símbolo de la virgen tan estrechamente vinculado originalmente al cristianismo primitivo y hoy al catolicismo en América.
La fecha que corresponde al 25 de diciembre tiene una antigüedad mucho más atrás que los poco más de veinte siglos que ha recorrido la llamada Era Cristiana. En ese día (el que equivale hoy al 25 de diciembre), pero del año 274 a. de C. el emperador romano Aurelio (275 a 270 a. de C.) instauró la celebración del nacimiento del Sol Invicto (Natalis Invictis).
Para entonces, en Roma ya se celebraban en esos tiempos las fiestas en honor al Dios Baco y era el último día de las Saturnales, fiestas que duraban del 17 al 24 de diciembre y en las que se honraba a Saturno, Dios de la agricultura, y que hacía tiempo habían ya degenerado en un carnaval de una semana de desenfrenos. Las Saturnales son de alguna manera parte de los ancestrales antecedentes de las actuales y tradicionales posadas decembrinas que festejan los católicos mexicanos, que como en aquellos tiempos, ya están degenerando hacia carnavales algo mundanos.
Durante esas celebraciones, los cristianos estaban más seguros por el relajamiento de la vigilancia y el desorden generalizado, pudiendo efectuar sus ritos públicos con mucha mayor libertad que en otras fechas, de tal forma que por seguridad y conveniencia los cristianos primitivos empezaron a elegir esta fecha para realizar también sus ceremonias más o menos públicas.
Además, otros autores de inclinación católica, sostienen que no era raro que las incipientes autoridades eclesiásticas cristianas eligieran el 25 de diciembre no para conmemorar al Sol, sino a aquel que había hecho al Sol.
Con respecto a las celebraciones en honor del Sol, se afirma que era costumbre entre los paganos conmemorar su nacimiento haciendo fogatas (luminarias) como símbolo de tal festividad; en esas fiestas solemnes los primitivos cristianos tomaban parte activa, de tal forma que los padres de la iglesia al darse cuenta de la inclinación de sus fieles hacia esas celebraciones paganas resolvieron que la verdadera Navidad debería solemnizarse en ese mismo día y la fiesta de la Epifanía el día 6 de enero. Aunque al parecer, realmente había otras causas de mucho mayor peso ideológico para elegir a esta fecha como la del nacimiento de Jesús.
EL DIOS MITHRA, OTROS DIOSE Y PERSONAJES
Algunos autores han sostenido que los motivos reales por los que los dirigentes de la incipiente religión cristiana (hoy católica) eligieron el 25 de diciembre como fecha conmemorativa para el nacimiento de su Dios, fueron las rivalidades religiosas con otra religión muy popular en esos tiempos: el culto de Mitra o Mithra, el cual tenía muchos puntos semejantes con el cristianismo. Algunas de estas coincidencias eran las fechas en las que se llevaban a cabo sus respectivas celebraciones.
Paralelamente, llama la atención que los días que actualmente corresponden al 24 y el 25 de diciembre, muchas religiones mal llamadas paganas celebraban el nacimiento de sus dioses. Sólo como ejemplos, por ser los más representativos de aquellos tiempos, se reseñan muy brevemente los siguientes casos:
1). Los antiguos egipcios fijaban el embarazo de la Diosa Isis (la Virgen Reina de los cielos) en marzo y el nacimiento de Horus, su hijo, a finales de diciembre. Los sacerdotes egipcios en esas fechas adoraban a la Madre Virgen y además sacaban de los santuarios, en una procesión, la efigie de Horus en forma de un niño recién nacido acostado en un pesebre, con un dedo en la boca y el disco solar alrededor de su cabeza. Por otra parte, Osiris, según unas versiones, fue también hijo de una virgen y nació un día equivalente al actual 25 de diciembre.
2). Algunas narraciones orientales afirman que tanto Krishna como Buda, personajes de la antigua India, nacieron, cada uno, un 25 de diciembre y que no fueron concebidos sexualmente, aunque sus madres fueron casadas.
3). Entre los escandinavos (los vikingos), Frey, el hijo de Odín y de Friggia, nació en otro 25 de diciembre.
4). Los primitivos germanos encendían hogueras y veneraban un árbol llamado Yule, cuyo antecedente es el árbol Yggdrasil de los escandinavos, y a la vez es ahora un eslabón ancestral del árbol de navidad actual; y también, esos germanos celebraban un banquete en el solsticio de invierno. Posteriormente, los nazis, particularmente el grupo de elite, los SS, sustituyeron la celebración del nacimiento de Jesús por la Julfesta, que desde la más remota antigüedad era una fiesta en honor al nacimiento del Invencible Sol.
5). Los celtas, celebraban el 25 de diciembre la gran fiesta del fuego en la que también encendían fogatas, pero éstas, en las cimas de las montañas.
6). En Roma, como ya fue señalado, se celebraba el nacimiento del Sol Invicto, el Sol Vencedor (Natalis Invictis). Esta celebración estaba enmarcada dentro de los cultos solsticiales que representaban los efectos del Sol dador de vida, su permanencia en la Tierra (simbolizada por las fogatas) y su drama cósmico; y todo esto, mediante la escenificación de un nacimiento, de una muerte aparente y de una resurrección (celebrada actualmente estas dos últimas manifestaciones en la Semana Santa).
7). Los persas, conmemoraban en este mismo día a Mithra, el Dios que obligó a salir del cielo a Ahriman (la personificación del mal y señor de los espíritus malignos). Mithra, es una especie de mesías que volverá algún día como juez de los humanos; además, es un Dios que carga con los pecados y expía las iniquidades del hombre.
8). Entre los griegos, según unos mitos, Dionisos (Baco para los romanos) nació de una virgen un 25 de diciembre, al igual que Heracles (Hércules para los romanos). Las celebraciones que hacían los griegos de esta deidad (de Dionisos) se llevaban a cabo en cavernas, como en la que nació Jesús (Descubrimientos arqueológicos evidencian que los pesebres en los tiempos de José y de María se ubicaban bajo las casas habitación en aposentos semejantes a las cavernas).
9). Y aunque no influyeron para crear la figura de un Jesús divino, vale mencionar que, según los diferentes mitos prehispánicos, el día que equivale al 24 de diciembre, los mexicas celebraban a Quetzalcóatl, los mayas a Kukulkán, los chibchas a Bochica y los incas a Viracocha.
Ya establecido el cristianismo en el Imperio Romano, el emperador Claudio Flavio Juliano (331 a 363 d. de C), denostado por los cristianos y conocido finalmente como ’Juliano el Apóstata’, a pesar de haber sido educado dentro de la primitiva religión cristiana, se percató del plagio que los dirigentes de esta naciente religión hacían del paganismo, por lo que abandonó la religión cristiana e hizo vanos esfuerzos por restablecer los cultos llamados paganos en el imperio.
Es pues desde este punto de vista: el sincrético, que se explica, para algunos estudiosos, el cómo los occidentales llegaron hoy a celebrar la natividad de Jesús cada 25 de diciembre, aunque no haya pruebas históricas que indubitablemente fijen a dicho día como el de tal nacimiento.
EL NACIMIENTO DE JESÚS CON BASE EN LA HISTORIA
Infortunadamente, en ninguno de los cuatro evangelios canónigos se expresa explícitamente la fecha del nacimiento de Jesús. El evangelio de Mateo, en su Capítulo II, en los versículos 1 al 3, afirma que Jesús nació en Belén de Judea en los días de Herodes el Rey. Esto sugiere que la fecha del nacimiento de Jesús fue antes de lo que popularmente se acepta, ya que Herodes el Grande fue nombrado por Roma como Rey de Judá en el año 40 a. de C. (de acuerdo con el calendario actual) y su reinado terminó con su muerte después de un eclipse lunar antes de la Pascua judía que pudo verse desde Jericó. Este eclipse, seguramente es el que ocurrió el día que ahora corresponde al 13 de marzo del año 4 a. de C., por lo que Herodes pudo haber muerto a finales de ese mismo mes o principios de abril de aquel año; por lo tanto, Jesús tuvo que haber nacido durante o antes de dicho año.
En el evangelio de Mateo se dice también que Herodes al verse burlado por los magos mandó a degollar a todos los niños menores de dos años de edad que había en Belén y sus alrededores (Mateo II: 16). Y si esto hubiese sido cierto, Jesús tendría a lo mucho dos años de edad cuando ese rey mandó a asesinar a los niños, por lo que su nacimiento se ubicaría entre los años 6 y 5 a. de C.
Por otra parte, en el evangelio de Lucas, se cuenta que en aquellos días salió un edicto de César Augusto para que se empadronara todo el mundo: ’…entonces José subió de Galilea de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David para empadronarse, iba con María su esposa que estaba encinta y estando allí dio a luz’ (Lucas, Capítulo II, versículos del 1 al 7).
Efectivamente, la historia así lo registra. Augusto César, durante los cuarenta años que duró su gobierno, mandó a realizar tres censos con carácter tributario, uno en el año 28 a. de C, otro en el año 8 a. de C. y el último en el año 14 d. de C. Por esos años, el procónsul romano, Sentius Saturninus, acatando estos mandatos, fue quien ordenó que se hicieran dichos censos. Muy probablemente, los dos últimos censos fueron realizados por el senador P. Sulpicius Quirinus, quien desde los años 6 y 5 a. de C. ocupaba cargos gubernamentales en aquella zona del Medio Oriente; y después del año 6 d. de C., ocupó el cargo de gobernador de Siria. Por lo que el censo al que se refiere el evangelio de Lucas pude ser el que corresponde al segundo o incluso al tercero.
Estas anotaciones bíblicas y los registros históricos, si bien no precisan la fecha del nacimiento de Jesús, la ubican dentro de un rango que va desde el año 8 a. de C. hasta el año 14 d. de C.
Ahora bien, volviendo al supuesta ’degollamiento’ de los niños, no hay datos históricos sobre esa matanza de infantes ordenada por Herodes el Grande (los famosos Santos Inocentes, que actualmente se celebran el día 28 de diciembre). Se cree que aquel o aquellos censos le sirvieron perfectamente bien a la Iglesia Católica para que, necesaria y esotéricamente hablando, se dramatizara el mito del nacimiento de Jesús, ya que igualmente, en todos los nacimientos de otros dioses solares de la antigüedad, también se registra que hubo matanzas de infantes.
Esta supuesta matanza, analizada a la luz de las tradiciones solares, adquiere cierto sentido y razón de estar incluida en la tradición católico-cristiana: Nace un nuevo Dios, un nuevo Sol, y es perseguido siempre por un Dios viejo, por un Sol decadente. El viejo Dios (el viejo Sol) es terrible y despiadado, representa al invierno que pretende eternizarse. En cambio, el nuevo Sol es bondadoso, generador de la vida y representa a la cercana primavera. El nuevo Sol es perseguido durante el solsticio de invierno por el viejo Sol, pero este Sol nuevo vence al viejo y crece hacia la primavera. En la tradición católico-cristiana el Sol nuevo es vivenciado por Jesús y el Sol viejo está representado por Herodes, precisamente, el Grande, el Viejo.
Fulcanelli, en su magnífica obra, El Misterio de las Catedrales, habla sobre la degollación de los santos inocentes planteando lo siguiente: ’…la condensación del Espíritu Universal, cuando se materializa, forma el Baño de los Astros, en el cual el Sol y la Luna químicos deben bañarse, cambiar de naturaleza y rejuvenecer. Ese Espíritu Universal, materializado en los metales con el nombre alquímico de Azufre, es el principio y agente de todas las tinturas metálicas. Ese Espíritu, esa sangre roja de los niños, solo se obtiene descomponiendo lo que la naturaleza había reunido en ellos. Por eso es necesario que el cuerpo perezca si se quiere extraer el alma, vida metálica y Rocío Celeste que dicho cuerpo encerraba. Y de esta quintaescencia, trasvasada a un cuerpo puro, fijo, perfectamente cocido, nacerá una nueva criatura más resplandeciente que cualquiera de aquellas de las que procede’.
EL NACIMIENTO DE JESÚS CON BASE EN LA CLIMATOLOGÍA
En cuanto al día del nacimiento de Jesús con base en la climatología, algo también se pudiera decir: Las condiciones climáticas de la región en donde se supone nació Jesús en esos días (en los que corresponden al mes de diciembre), se caracterizan por un invierno que es crudo y extremoso, con heladas y precipitaciones pluviales, por lo que en ese mes los pastores no mantenían en campo abierto a sus rebaños. Por lo tanto, si Jesús nació en invierno, no hubo en esos días pastores de rebaños de ovejas tal como nos lo cuenta el evangelio de Lucas en el Capítulo II, versículos del 8 al 16, y que la tradición aceptó y sostiene.
Por otra parte, en el Talmud se afirma que los rebaños eran sacados al campo en el mes de marzo y eran recogidos a principios de noviembre. Así que, si hemos de hacer caso a las narraciones tradicionales o a la Biblia contemporánea (la derivada de la Vulgata), en el sentido de que sí hubo pastores y ovejas por el campo que acudieron al alumbramiento de María, este nacimiento debió haber ocurrido algún día que no cayó en invierno.
Empero, téngase en cuenta que la inclusión de pastores y de ovejas en el escenario del nacimiento de Jesucristo, tiene un carácter simbólico, por lo que el nacimiento sí pudo ser en invierno y los pastores aparecer como los futuros pastores de hombres y las ovejas como los fieles seguidores de la naciente religión.
Ahora bien, esas diferencias plasmadas en los evangelios sobre los pasajes que reseñan el nacimiento de Jesús, obedecen a que los evangelios elegidos como canónigos se sitúan en contextos temporales, geográficos e ideológicos diferentes. Mateo (Capítulo I, versículos del 18 al 25), describe un nacimiento medio orientalista; mientras que Lucas describe un nacimiento mítico lejano orientalista, con características muy similar a las de los nacimientos de Krishna, de Confucio o de Buba, pero más convincente para el vulgo. Así que, esta es la imagen navideña que ha perdurado hasta nuestros días.
EL NACIMIENTO DE JESÚS DE ACUERDO CON LA ASTRONOMÍA
Todo lo anterior en cuanto al día del nacimiento; con respecto al año, las cosas no son mejores. La astrología y posteriormente la astronomía, nos acercan un poco más a la fecha del nacimiento de Jesús, aunque luego nos alejan demasiado.
Efectivamente, el 17 de diciembre de 1603, el matemático imperial y astrónomo y astrólogo de la corte de Praga, Johanes Kepler (1571 a 1630), observó la aproximación de los planetas Júpiter y Saturno en la constelación zodiacal de Piscis, fenómeno conocido como conjunción. Esta conjunción provocó que se viera en el cielo una estrella de tamaño considerable. Kepler sabía que los astrólogos judíos y los rabinos sostenían que el mesías debía venir durante la conjunción de Júpiter y Saturno en la Constelación de los Peces, por lo cual estudió este fenómeno y señaló como fecha de su ocurrencia el año 7 a. de C. Kepler sabía también que los magos citados en el evangelio eran expertos astrólogos de Mesopotamia y debieron haber considerado este fenómeno astrológico como de gran importancia.
Infortunadamente, por conocer las posibles consecuencias ideológicas que estas afirmaciones pudieran desencadenar, Kepler, no las difundió y sus trabajos terminaron en el olvido, hasta que en el Siglo XIX fueron rescatados y dados a conocer al mundo.
Pasó el tiempo y en 1925, P. Schnabel, erudito alemán, descifrando unos trazos cuneiformes procedentes de la antigua Escuela de Astrología de Sippar, en Babilonia, encontró anotaciones sobre la situación de los planetas en la Constelación de los Peces: Júpiter y Saturno estaban cuidadosamente indicados durante un periodo de cinco meses y dichas anotaciones databan del año 7 a. de C. como ya lo había señalado Johanes Kepler en 1603.
Años después, coincidiendo con lo anterior, Walter N. Webb, director asistente del Planetario Charles Hayden, del Museo de Ciencias de Boston, anunció en 1970 que en la madrugada del día de Navidad de ese año tres planetas estarían en conjunción: Marte, Júpiter y Saturno, reproduciendo un acontecimiento celeste como el que pudo haber conducido a los tres magos al lugar del nacimiento de Jesús; y que dicho fenómeno ocurrió en el año 7 a. de C. Este anunció fue publicado en México en el diario Excélsior del 24 de diciembre de 1970.
Y así fue. De acuerdo con los estudios astronómicos modernos se sabe que en el año 7 a. de C. hubo una conjunción de los planetas Júpiter y Saturno en la Constelación de Piscis. En aquel año, a finales del mes de febrero, Júpiter pasó de la Constelación de Acuario a la de los Peces para encontrarse con Saturno. En ese mes, el Sol también se encontraba en esta constelación y los ocultaba. El 12 de abril, ambos planetas efectuaron un orto helíaco y el 29 de mayo se apreció la primera aproximación visible de dichos planetas, la segunda conjunción ocurrió el 3 de octubre y la última visible fue el 3 o el 4 de diciembre; y a finales de enero del año 6 a. de C., Júpiter pasó de la Constelación de Piscis a la del Carnero (Aries).
Pero, sorprendentemente, es la propia astronomía la ciencia que más aleja el año en el que se cree nació Jesús. El equipo de trabajo de Marck Kidger del Instituto de Astrofísica de Canarias y astrónomos de Rusia y China, apuntaron que la estrella que guio a los ’Reyes’ Magos desde Oriente hasta Belén, fue la explosión de una estrella del tipo Nova en vez de un cometa. Kidger afirmó que las últimas investigaciones aseguran que Cristo no nació en el año uno de nuestra era, sino en marzo del Siglo V a. de C. y que fue Dionisio el Exiguo el responsable de trasladar, por error, la fecha al 25 de diciembre al Siglo Uno. Esta afirmación, también fue publicada en el diario Excélsior, pero del lunes 21 de diciembre de 1998.
Aquí cabe un comentario del autor: Considero exagerada la afirmación de esta nota periodística al proponer que fueron 500 años atrás de las fechas o periodos convencionalmente aceptados para la fecha del nacimiento de Jesús. Posiblemente, hubo un error de edición en ese artículo periodístico y en lugar de referirse a ’siglos’, se refieran los cálculos de Kidger a ’años’.
EL NACIMIENTO DE JESÚS DE ACUERDO CON LA ASTROLOGÍA
De acuerdo con la astrología (la que emana del esoterismo puro, no la vulgar), el inicio del recorrido del Sol por el signo zodiacal de Aries, inició en el año 2167 a. de C., año en el que precisamente comenzó la Era de Aries. Esta Era concluiría con el inicio de la Era de Piscis en el año 15 o el 16 a. de C. Ya al final de la Era de Aries, el poeta Publio Virgilio Marón (70 a 19 a. de C.), anunciaba el advenimiento de una nueva Era, la cual estaría simbolizada en la figura de un ser excepcional. Virgilio seguramente se refería al personaje que hoy conocemos como Jesús; y el nacimiento de ese ser ocurrió en el año que equivale para nosotros al 16 a. de C.
Por lo anterior, el nacimiento simbólico o histórico de Jesús, es el punto exacto del paso del Sol del signo de Aries al de Piscis, fijado entre los años 15 y 16 antes de esta Era vulgar. Estas fechas (aritméticamente) pudieran explicar el enigmático versículo 57 del Capítulo VIII del Evangelio de Juan: ’Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?’.
Jesús, supuestamente muere en la cruz a los 33 años; entonces, 16 más 33 igual a 49 (aún no tenía cincuenta). Esta es pues la edad asignada a Jesús en aquella ocasión: siete veces siete. Así que, ¿cómo es que se afirma que muere a los 33?... Es porque todas estas edades no nada más son aritméticas (cronológicas) son a la vez también simbólicas.
EL NACIMIENTO DE JESÚS SEGÚN UNA VIDENCIA
Ya sólo como un complemento, se anota brevemente la siguiente visión acerca del nacimiento de Jesús: Edgar Cayce (1877 a 1945), un famoso y prestigiado curandero nacido en Kentucky, Estados Unidos, de quien se afirma poseía algunos poderes sobrenaturales, entre ellos el de la videncia, sostenía que en una de sus visiones se le reveló que Jesús había nacido el día 6 de enero del año 4 del viejo calendario juliano.
LA ESTRELLA DE BELÉN
En las antiguas tradiciones, la aparición de una estrella en el cielo anunciaba un acontecimiento prodigioso. La Estrella de Belén fue la señal en el cielo que anunció el nacimiento del rey de los judíos (Mateo II: 2). Este símbolo es primordial en el nacimiento de los dioses solares, por ejemplo, el de Osiris entre los egipcios o el de Krishna entre los antiguos indios.
En el simbolismo, la Estrella de Belén pudo haber sido de cinco, seis u ocho puntas, nunca fue un cometa. Y sin entrar en profundidades simbólicas, la estrella de cinco puntas, con una de ellas hacia arriba, representa al nivel microcósmico al hombre (la cabeza y sus extremidades), así como sus cinco sentidos físicos. Esta estrella es la unión de los principios masculino y femenino, simbolizados también por los números 3 y 2 respectivamente, los cuales suman 5, número que simboliza la unión, la armonía y el equilibrio (y también el trabajo). A nivel macrocósmico, esta estrella simboliza el matrimonio sagrado (hierogamia) entre el principio positivo, generador, celeste (representado por el 3); y el negativo, pasivo, receptor y terrestre (simbolizado por el 2).
La estrella de seis puntas simboliza la unión del Macroprosopo y del Microprosopo, del Dios de luz y del Dios de sombra; es la perfección del mundo material de acuerdo con la perfecta Sabiduría Divina o el perfecto Universo. Este símbolo hace referencia a una visión dualista del Universo. Esta estrella es un símbolo netamente esotérico; Fulcanelli, en su obra El Misterio de las Catedrales, dice al respecto: ’Es una figura radiada, de seis puntas (digamma), llamada Estrella de los Magos, que resplandece en la superficie del compuesto, es decir, encima del pesebre en que descansa Jesús, el Niño-Rey’.
Y con respecto a la estrella de ocho puntas, ésta, puede simbolizar solamente el equilibrio cósmico o también, la vida eterna y la resurrección. Este último significado es acorde con la idea cristiana del nacimiento del divino niño, la muerte y resurrección de Jesús.
LOS TRES REYES MAGOS
Los tres Reyes Magos citados en el evangelio de Mateo, Capítulo II, versículos 1 y 12, no tienen el título de reyes, se mencionan solamente como magos; y de acuerdo con algunos autores eran sacerdotes y astrólogos adoradores del Dios persa Mitra. Aunque René Guénon, asienta en su obra El Rey del Mundo, que eran sacerdotes y reyes a la vez (depositando en ellos dos poderes, el sacramental y el regio). Y acerca del número de magos que visitaron a Jesús recién nacido, varía desde dos, tres, cuatro, ocho, doce e incluso hasta 60, según las diferentes tradiciones o leyendas (según el evangelio que se consulte entre los canónigos y los apócrifos).
Fue Orígenes (185 a 254 d. de C.), quien categóricamente afirmó que los magos que habían visitado a Jesús recién nacido habían sido sólo tres, y esta afirmación fue la aceptada por la Iglesia Católica y es la que perdura hasta nuestros días. Por esos años, Quinto Séptimo Florencio Tertuliano (160 a 220 d. de C.), aprovechando la prohibición de la astrología por parte de la naciente iglesia cristiana, les otorgó a dichos magos la calidad de reyes. Más tarde se les cambió la vestimenta, principalmente se les cambió el gorro frigio, propio de los magos persas, y se les colocaron coronas reales latinas.
En el siglo VI, los nombres de los magos ya eran los que actualmente tienen: Melchor, Gaspar y Baltasar. Aunque de acuerdo con Eliphas Lévi, en su obra, Historia de la Magia, asienta que los verdaderos nombres de estos personajes eran: Melchisedecb, Vrasahparmión y Baleathrasarón.
Hasta el siglo XVI los tres Reyes Magos eran de raza blanca, fue a partir de ese siglo que se empezó a representar a la raza negra en uno de esos personajes para incluir en la idolatría a los habitantes de África. En aquel siglo, se pensaba que los Reyes Magos representaban a los descendientes de los tres hijos de Noé: Jafet, Sem y Cam, que a su vez eran padres de las razas hasta entonces conocidas. Melchor, de cabello y barba blanca, descendiente de Jafet, representaba a los europeos y fue el que le ofreció a Jesús el oro; Gaspar, rubio y lampiño, descendiente de Sem, representaba a los semitas (los asiáticos) y fue el que le regaló al niño Dios el incienso; finalmente, Baltasar, negro y barbudo, descendiente de Cam, representaba a los negros de África y fue el que le obsequió a Jesús la mirra.
Con respecto a esos enigmáticos obsequios, Guénon dice: ’…hacíamos alusión anteriormente a los Reyes Magos del Evangelio, como unificando en ellos los dos poderes; ahora diremos que estos personajes misteriosos no representan en realidad otra cosa que a los tres jefes del Agarttha. El Mahanga ofrece a Cristo el oro y le saluda como rey; el Mahatma le ofrece el incienso y le saluda como sacerdote; y, por último, el Brahatma le ofrece la mirra (el bálsamo de incorruptibilidad, imagen del Amrita) y le saluda como profeta o maestro espiritual por excelencia. El homenaje así rendido al Cristo naciente, en los tres mundos que son sus dominios respectivos, por los representantes auténticos de la tradición primordial, es al mismo tiempo, observémoslo, el testimonio de la ortodoxia perfecta del cristianismo con respecto a ésta’.
LA EPIFANÍA
Para contextuar el papel de los magos en el nacimiento de Jesús y los motivos por los cuales los cristianos realizaron la metamorfosis de magos persas a reyes de las partes del mundo conocido en esos tiempos, es necesario analizar, aunque sea superficialmente, la Epifanía.
La Epifanía, del griego (epifaneia), se traduce como: manifestación, revelación o aparición (de una manera milagrosa), y es una celebración de origen medio oriental. Esta manifestación era una celebración o fiesta de carácter solar, por lo que tenía que ver con el curso aparente del Sol por la Bóveda Celeste. Al respecto, los antiguos egipcios celebraban el solsticio de invierno alrededor del día que hoy equivale al 25 de diciembre y doce o trece días después, en el día que ahora corresponde al 6 de enero, conmemoraban el aumento de la luz solar. Con base en esto, los cristianos primitivos de Egipto decidieron celebrar el 6 de enero el nacimiento de Jesús; y de acuerdo con algunos autores eclesiásticos, haciendo a un lado el origen solar del culto a Cristo, el motivo que orilló a esos cristianos a elegir tal día como el del nacimiento de Jesús, fue para evidenciar y demostrar que Jesucristo representaba una mayor luz que la del Sol que se manifiesta en el solsticio invernal. Lo anterior es muy importante porque con este significado los cristianos de Egipto (los coptos) querían evidenciar la sustitución de los cultos a los dioses solares de las religiones antiguas por un nuevo culto personificado en la figura de Jesús, aunque también esta nueva deidad era solar y representativa del propio Sol, esto es, de Ra.
La iglesia católica, con la Epifanía, recuerda la manifestación de Jesús a los hombres (a la humanidad) mediante el relato de la visita de los magos de oriente, esto es, de los representantes de las fuentes de las religiones ’paganas’ que se someten y aceptan el nuevo culto. Posteriormente, para justificar más ese sometimiento universal, los cristianos van transformando a esos magos en reyes, es decir, en representantes políticos de los pueblos (las razas) del mundo conocido en esos tiempos: Europa, Asia y África; por lo que se les despoja de la vestimenta que los delataban como poseedores de un conocimiento fundamental considerado pagano: el gorro frigio, que los evidenciaba como conocedores y practicantes de la astrología (conocimiento y práctica prohibida ya por la Iglesia Católica).
Es pues la Epifanía, para la Iglesia Católica, un mandato misional para manifestarle a la humanidad a Cristo por sobre todas las demás deidades y creencias religiosas; de tal forma que para esta iglesia el no propagar la creencia en Cristo es traicionar su misión, independientemente de cómo sus dirigentes entiendan tal misión y el término religión, que al parecer no tiene que ver con religar o reconciliar; sino con imponer y sustituir.
Previendo los sacerdotes griegos el nacimiento de esta nueva religión: el cristianismo, los vientos cesan y un navío se detiene a medio mar y una voz desde el cielo le ordena al comandante del barco que en cuanto llegue a las costas anuncie a todos: ¡El Gran Pan ha muerto! La voz repite el mensaje varias veces hasta que se desvanece en un lamento y un gemido de dolor que termina en un imponente silencio.
Los vientos retornan y los marinos prosiguen su navegar y en cada puerto anuncian lo que la voz les había ordenado. La mala noticia se expande rápidamente por el mundo griego (y el mundo griego en aquellos tiempos era todo el Mediterráneo, era el mundo conocido); así, los pastores abandonaron a sus rebaños, los labriegos dejaron de cultivar, las ninfas dejaron de jugar, la vegetación se marchitó y los animales dejaron de correr. La naturaleza se enlutó. Cuando el capitán del barco llegó a su tierra, repitió el anuncia, se dirigió a su casa y se entregó desolado al llanto.
El Gran Pan había muerto...
Más tarde, para hacer coincidir el nacimiento de Jesús con los fenómenos astronómicos relacionados con el movimiento del Sol a través de la Bóveda Celeste e igualarlo a los dioses uránico-solares de las religiones denominadas paganas, se decidió que el nacimiento de Jesús debía coincidir con el solsticio de invierno, el cual ocurre alrededor del 25 de diciembre, y que la Epifanía o su manifestación al mundo, esto es, cuando el incremento de la luz del Sol se hace más evidente, fuera hasta el 6 de enero.
Y para eslabonar la tradición cristiana con la Ley Mosaica, a los 40 días del nacimiento de Jesús, se apersonaron en el templo José, María y el Niño para presentarlo y ofrecerlo al Señor, a Yahvé (Iahvé). Al mismo tiempo, para purificar a la madre. Ahí, un personaje llamado Simeón, sentenció que ese niño era la Luz para la revelación de los gentiles y gloria del pueblo Israel (Lucas II: 32). Esta sentencia confirma la misión de Cristo. Misión que adopta la Iglesia para hacer llegar a todo el mundo y con todos sus medios el mensaje de Jesús, independientemente de cómo sus dirigentes entiendan o les convenga entender tal mensaje.
Por lo anterior, en el Siglo V de esta Era, y de acuerdo con las palabras de Simeón en cuanto a que Jesús era la Luz para revelación de los gentiles, se comenzaron a usar candelas (velas) para que en la conmemoración del día de la presentación de Jesús se subrayara que, Él, era esa Luz para aquellos gentiles; de aquí que, a este día, el final de la cuarentena, se le conozca actualmente como el día dos de La Candelaria, esto es, de las velas o de la purificación de María.
Y de acuerdo con la historia y la Iglesia misma, en aquellos tiempos se consideraban gentiles a todos los pueblos que no fueran judíos; además de idólatras y paganos. Así que había que borrar de la faz de la Tierra sus ideas, escritos e incluso a ellos mismos si no aceptaban la nueva religión.
Pues bien, la Epifanía, celebración aparentemente tan simple, limitada a partir una rosca entre los amigos o familiares y evitando que nos toque un muñequito de plástico para eludir el compromiso de comprar unos tamales y atole para el día dos de la Candelaria, resulta ser una celebración altamente enigmática y significativa en el cristianismo (hoy catolicismo). Esta fecha no es tampoco nada más comprarles juguetes a los niños y engañarlos con el cuento de que van a venir por la noche tres reyes magos montados en un caballo, un camello (realmente un dromedario) y un elefante, a dejarles unos regalos. El significado de la Epifanía es una columna más que sustenta a la religión católica, como lo son los significados de la Navidad y de la Semana Santa.
EL NACIMIENTO DE JESÚS ES FIJO
Volviendo específicamente al nacimiento de Jesús, para los creyentes y para los que no desean investigar ni escuchar otras tesis, está la Biblia, la palabra de los sacerdotes católicos y de los dirigentes de las numerosas sectas derivadas de esta religión, así como la tradición: Jesús nació un 25 de diciembre de hace poco más de veinte siglos y con eso basta. Se entiende y se respetan sus creencias y motivos. Sin embargo, parte de las finalidades de este artículo fue resaltar dos cosas:
1). Independientemente de la verdad, de la religión y de la religiosidad personal, por la inercia del sistema capitalista y de la sociedad de consumo en done está inmersa la Iglesia Católica, se seguirá alimentando por todos los medios la idea de que Jesús nació un 25 de diciembre de hace poco más de veinte siglos. Hay poderosos intereses mundiales de naturaleza económica, política e ideológica creados alrededor de esta, a mi juicio, errónea afirmación.
2). Resaltar la tenaz insistencia de los padres de la Iglesia Católica por hacer fija la fecha del nacimiento de Jesús en contra de todo argumento o evidencia que la niegue o que la pongan en tela de duda. Las razones de esta insistencia se explican a la luz de los antiguos cultos solares y con el estudio de la celebración de la Semana Santa, que al igual que la Navidad y la Epifanía, su fundamento es desconocido para el común de la gente; y su celebración, también está enraizada en el más puro mal denominado paganismo.
Finalmente, sé que esta breve oteada quedó corta. No se habló o no se extendieron los comentarios alrededor de la corona de adviento, del árbol de navidad, de las posadas (con los villancicos), de Santa Claus (Papá Noel), del final cronológico del año; ni, tampoco sobre la verdadera, real, desconocida y secreta misión del Maestro Jesús en la Tierra. Quedarán pendientes.
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