(Primera de dos partes)
En el imaginario colectivo de México y de los turistas extranjeros, la Plaza Garibaldi, en el Centro Histórico de la capital del país, es sinónimo de música de mariachis, tequila, salones de baile y cabarets con espectáculos de vedettes famosas, pero tiene un pasado histórico poco conocido de acuerdo con la doctora en Historia y Etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia Gabriela Pulido Llano, quien dio una charla sobre el tema como parte del ciclo de conferencias Plazas y sitios de la CDMX, que organizó el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) de la Fundación Carso.
La especialista hizo una revisión somera de sus impresiones acerca de lo que se ha estudiado de la Plaza Garibaldi, más desde el punto de vista etnográfico y en este sentido indicó que hay un libro muy reciente que publicó el Fideicomiso de la Ciudad de México, así como otros volúmenes más antiguos en los cuales se recuperan algunas visiones respecto a la icónica Plaza Garibaldi.
Es necesario meternos en este imaginario colectivo, apuntó la doctora Pulido Llano, porque cuando pensamos en la Plaza Garibaldi las imágenes que nos vienen a la mente son lúdicas y nos remiten a un punto de diversión de la Ciudad de México, pues ocupa uno de los lugares principales cuando se alude a la vida nocturna citadina.
Dos referentes construyen su imagen simbólica, por lo menos en un principio, para los que no han tenido un contacto más a fondo con Garibaldi: uno es el mariachi y otro son los salones de baile, en torno a ambos se ha dejado todo un legado testimonial, pero siempre con un sentido etnográfico de lo que ocurre en los tiempos presentes en que se ha ido haciendo ese registro testimonial de lo que sucede en la plaza.
Esta producción historiográfica sobre la Plaza Garibaldi no es tan vasta porque no hay tantas cosas escritas, y si bien existen publicaciones donde se le menciona, se trata de revistas y periódicos que publican la misma información constantemente, por lo que valdría la pena --comentó la doctora Pulido Llano-- que los historiadores armaran equipos de trabajo para recorrer esa zona y observarla más en este contexto etnográfico plasmado en relatos, narraciones literarias, gráficas y líricas por supuesto. Además la fotografía y el cine han atrapado los momentos icónicos personales y colectivos de la vida que se despierta en esta plaza cuando el atardecer se termina y el resto de la ciudad duerme.
La historia de este espacio de divertimento
Por lo menos desde hace un siglo la vida en la Plaza Garibaldi es así como se ha captado en la narrativa y en la imagen, pero sus antecedentes están fincados en los barrios originarios de la ciudad lacustre de Tenochtitlan, aunque también puede presumir de ser una frontera con vista panorámica a lo que ocurre en la colonia Guerrero y los barrios que ahora identificamos como constitutivos del Centro Histórico de la metrópoli mexicana. Esto la hace totalmente sui generis, comentó la doctora Pulido Llano, quien es directora general de la oficina para la Memoria Histórica de México en el Archivo General de la Nación (AGN).
En la época prehispánica la Plaza Garibaldi era el centro del barrio de Texcatzoncátl, habitado principalmente por alfareros y cultivadores de maguey. A partir de la conquista conservó su espacio de plaza, que en aquel entonces se conocía como Plazuela del Jardín, según datos de los biógrafos de este emblemático lugar, que a través de pequeñas estampas dan cuenta de la vigencia y de la presencia social en la plaza, uno de los aspectos más interesantes cuando uno se acerca a estudiar esas dinámicas sociales que se han reproducido desde tiempos inmemoriales en dicho punto de reunión, indicó la especialista.
Por otra parte, su origen como sede de los mariachis en la ciudad de México se vincula con Cirilo Marmolejo, originario de Cocula, Jalisco, quien en 1920 introdujo en la urbe el primer conjunto musical de este género. De acuerdo con sus biógrafos, su inicio tuvo lugar en el Tenampa, cantina tradicional de la capital mexicana que aún existe; su popularidad llevó a que se fueran integrando otros grupos que se instalaron en la plaza, cuyo alrededor se fue llenando de restaurantes y cantinas.
Entre ellos destacó el Tlaquepaque, restaurante-bar fundado en 1953 por Marco Antonio Cañas en un imponente edificio de dos pisos que fue uno de los lugares preferidos por turistas para conocer la cultura mexicana en la Plaza Garibaldi, pues ofrecía salón de baile, mariachi, restaurante y bar, además de que se presentaban regularmente grandes artistas de esa época.
Hoy el Tlaquepaque está cerrado al público, y a pesar de que tiene algunos vidrios rotos y por dentro quedó en obra negra, su fachada sigue formando parte del paisaje habitual de esta icónica plaza de la capital y está catalogada como Monumento Histórico por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, de manera que no se le puede cambiar ningún aspecto para que no se transgreda lo que ya se consideró como un Patrimonio Cultural de la ciudad de México, apuntó la especialista.
A partir de mediados del siglo XX, el Tlaquepaque trajo a ese horizonte de la ciudad y de Garibaldi la presencia de los mariachis, cuya representación en el imaginario colectivo es la de los hombres vestidos de charro correteando a los autos en espera de que se detengan y los contraten; ahí la gente puede ir a buscar mariachis para llevarlos a la serenata o la fiesta, pero finalmente es un lugar donde se reproducen estas expresiones culturales que obviamente han tenido otros contextos y otros momentos de proyección, pero que desde luego en Garibaldi se conservan casi intactos y la gente va con la expectativa de encontrar toda esta iconografía urbana que es importante recuperar para rescatar este aspecto de la vida nocturna urbana como parte de nuestras propias historias personales y colectivas.
A unos pasos de donde hoy está el metro Garibaldi se encontraba el salón Bombay, fundado en 1906, famoso porque en los años 50 sobre todo, pero hasta los 60 inclusive, se presentaron muchas vedetes famosas, muchas exóticas y por supuesto personajes de la escena cómica y de la actuación mexicana que se quedaron ligados a estos contextos y reprodujeron ese conjunto de imágenes en muchas películas. Ejemplo de ello fueron Carmen Salinas, Rafael Inclán y Alfonso Zayas. Se cerró en 2011, pero a medida que se popularizó, se volvió asimismo un lugar de culto a donde iban muchos intelectuales como Carlos Monsiváis, Jaime Sabines o Renato Leduc, con el fin de incrementar sus propias visiones desde los horizontes desde los cuales transmitieron sus imaginarios acerca de esta urbe.
En esa visión panorámica que se puede tener cuando uno se sitúa de frente al Eje Central en la Plaza Garibaldi tenemos visible lo que fue el teatro Blanquita, continuó la doctora Pulido Llano, quien insistió en que la historia de esta plaza no se puede ver aislada de todo este contexto de vida nocturna citadina que se gestó en los alrededores y que tuvo vigencia hasta los años 90, cuando todavía se veían muchas presentaciones importantes en esos salones.
Y no se puede contar la historia de Garibaldi sin citar las crónicas sociales y policiacas, una visión moralizante que tuvieron los periodistas de la época, sobre todo entre los años 40 y 60, pero que permite a los historiadores reconstruir esa vida de la Plaza Garibaldi en aquellos años en los que fue tan importante porque se puso en un escenario colectivo que no necesariamente tenía, porque hasta los años 40 se mantuvo en un contexto local.
(Concluirá)