"El Tijeretazo Político"
Joaquin Bojorges
La reciente decisión de prohibir los corridos tumbados en varios estados de México ha generado un intenso debate en torno a la eficacia y las implicaciones de esta medida. Los corridos, un género musical que narra historias y hazañas de traficantes, han sido vistos por muchos como una forma de glorificación de la violencia y el crimen organizado. Sin embargo, la pregunta es: ¿prohibir estos corridos es la solución adecuada, o es simplemente un gesto simbólico que revela la falta de capacidad del Estado para abordar el problema de fondo?
Por un lado, los defensores de la prohibición argumentan que los cocorridos promueven una cultura de violencia y admiración hacia los criminales, especialmente entre los jóvenes. Consideran que al eliminar estos contenidos, se reduce la influencia negativa en la sociedad y se envía un mensaje claro contra el crimen organizado. Sin embargo, esta perspectiva asume que la música es una causa directa de la violencia, lo que puede ser una simplificación excesiva de un problema mucho más complejo.
Por otro lado, críticos de la prohibición sostienen que esta medida no solo es ineficaz, sino que también demuestra la incapacidad del Estado y los gobiernos locales para abordar las raíces del problema. La prohibición puede llevar a que los corridos se vuelvan más atractivos debido a su naturaleza prohibida, y no necesariamente reduce su consumo o influencia. Además, al centrarse en la prohibición de contenido cultural, el gobierno puede estar desviando atención y recursos de políticas más efectivas para combatir el crimen organizado y abordar las causas sociales y económicas que alimentan la violencia.
La pregunta clave es si es mejor prohibir o prevenir. Prohibir los corridos puede ser visto como una medida fácil y visible, pero no necesariamente aborda los problemas estructurales que permiten que el crimen organizado prospere. Prevenir, por otro lado, implicaría implementar políticas que ataquen las raíces del problema: pobreza, falta de oportunidades, corrupción y debilidad en la aplicación de la ley. Esto incluiría invertir en educación, desarrollo económico y fortalecimiento de las instituciones, así como en programas de prevención del delito y rehabilitación para aquellos involucrados en actividades criminales.
En última instancia, la prohibición de los corridos puede ser vista como un gesto político destinado a mostrar acción contra el crimen organizado, pero sin abordar las causas profundas del problema. La verdadera solución requiere un enfoque integral que combine políticas sociales, económicas y de seguridad efectivas. Solo a través de un esfuerzo sostenido y multifacético puede México esperar reducir la influencia del crimen organizado y construir una sociedad más segura y justa. La prohibición de los corridos, en este contexto, parece ser más un síntoma de la frustración y la impotencia del Estado que una estrategia efectiva para combatir la violencia y el crimen.