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Preguntas al Sr. Donald Trump

Preguntas al Sr. Donald Trump
Política
Noviembre 13, 2025 23:17 hrs.
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Luis Manuel Arce Isaac › tabloiderevista.com

Sr. Donald Trump, lamento corregirle que en el mundo no existe, ni ha existido, un país comunista, ni tampoco un partido, una agrupación, una sociedad derivada de ello, así que usted miente cuando asegura que ’el comunismo ha generado destrucción sobre naciones y almas’ y causado ’más de 100 millones de muertes’, ni tampoco ’ha borrado la fe, suprimido la libertad y destruido la prosperidad’, como usted asegura.
Tampoco lo han hecho aquellos a los que, de forma confundida, les llaman comunistas, como los países del antiguo campo socialista que encabezó la Unión Soviética.
Escuche: las muertes masivas en nuestra época que la historia registra, las han perpetrado países capitalistas como Estados Unidos, con sus dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, la guerra de ocupación en Vietnam, la destrucción de Bagdad y otras ciudades iraquíes para robarse su petróleo, las invasiones a Panamá para no entregar el Canal a sus dueños, a República Dominicana para impedir un gobierno popular, a Granada para derribar a Maurice Bishop, a Cuba para eliminar a Fidel y restaurar la dictadura batistiana.
También Alemania con el nazismo hitleriano que convirtió en escombros a media Europa, y los sionistas, que con apoyo de la Casa Blanca, están exterminando a los palestinos desde hace años, asesinan a libaneses, quieren desaparecer a los persas, y anhelan colonizar a todo el Oriente Medio para entregárselo a Washington y dominar la ruta del petróleo.
La ’Semana Anticomunista’ que usted organiza y anunció, en verdad no es contra el comunismo porque no es todavía una realidad, y mucho menos en Estados Unidos. El comunismo, lamentablemente, sigue siendo una metáfora que acuna un sueño hermoso por una vida mejor del ser humano como especie, y de la naturaleza misma, precisamente por la existencia de personas como usted que lo han obstaculizado.
Su Semana Anticomunista, Sr. presidente, no es contra quien abraza esa utopía y se desconsuela porque no ve de inmediato la forma de que la humanidad llegue a ese estadio, sino contra aquellos que, dentro del mismo sistema burgués e imperial que usted encabeza, buscan que el capitalismo salvaje que denuncio el papa Juan Pablo II no sea tan bestial como usted lo administra en su país y que también quiere hacerlo fuera de sus fronteras, pues están convencidos que ese mundo mejor se puede conquistar.
Con solo humanizar ese capitalismo y borrar un poco las asimetrías propias del saqueo y la explotación de recursos ajenos que propició la expansión imperialista, podríamos acercarnos a los umbrales del comunismo y empezar a ser felices, pero para ello sería necesario apartar todo lo que estorbe, y usted está parado en ese camino como clavo en la vía que pincha neumáticos.
Imagínese a quiénes define usted como comunistas: inmigrantes que la desigualdad social y la explotación imperial de los recursos naturales de sus países fueron sustraídos por Estados Unidos y sirvieron para edificar, por ejemplo, a Nueva York, la ciudad del dinero, que eligió a un musulmán como su alcalde, y usted sintió dolor hasta en sus cordales.
También a narcotraficantes a quienes les dan vida y amparan los magnates en su país que usted no persigue y que son los principales culpables materiales de la horrible adicción entre su gente -porque las causas sociales son del gobierno o del Estado o del sistema político- y de que Estados Unidos sea sin duda alguna el país de mayor consumo de drogas en el mundo con una juventud criminalmente adicta porque ha perdido la fe en sí misma, víctima de una crisis del espíritu de la que no ha podido salir porque carece de ayuda oficial para hacerlo.
Para usted son comunistas los negros, los latinos, los pobres, los enfermos, los discapacitados, los niños no anglosajones, las mujeres pobres y extranjeras por el hecho de serlo y por parir, además, y aumentar la prole de estadounidenses no anglosajones.
Usted dijo de forma tan absurda y descarada que ’esta semana, nuestra nación observa la Semana Anticomunista, un recuerdo solemne de la devastación causada por una de las ideologías más destructivas de la historia’, como si su MAGA fuera de otro mundo y no una parodia indecente de Mein Kaff sepultado por la historia.
Por favor, no hable en plural ni mezcle en sus ideas a los demás que ya les han dicho en sus dos gobiernos que usted no los representa.
Mis preguntas las puede responder fácilmente: ¿Por qué llama a sus compatriotas a poner su confianza en el poder del gobierno? ¿Es que siente que no la tienen? ¿A qué le teme? ¿A que el ejemplo de Nueva York se multiplique? ¿A que los fantasmas de Jeffry Epstein sigan danzando alrededor suyo?
Parece una tontería oírle decir que ’el comunismo ya no viene desde afuera, sino desde dentro de este país’, quizás en recuerdo de la macabra era del macartismo. ¿Aquilató bien lo que dijo? ¿Está admitiendo que hay un pensamiento propio, contrario al suyo y de sus millonarios, ciento por ciento estadounidense, con millones de seguidores que barrieron a los republicanos no solamente en Nueva York el pasado 4 de noviembre? Parece que en ese sentido caminan las agujas del reloj social estadounidense. ¡Qué bien!
Bueno, para su tranquilidad, que se sepa, Zohran Mamdani no es comunista, sino socialista democrático, un nuevo término acuñado dentro del Partido Democrático que, aunque con discrepancias, es una tendencia que forma parte de un mismo entarimado.
¿Por qué admite así, tan abiertamente, que en Estados Unidos hay millones de estadounidenses comunistas, que votan por comunistas y aplauden a comunistas como se refiere a su martes negro?
Los demócratas de nueva generación, no los conservadores que están a su lado y lo aplauden, parece que se han rebelado contra sus ultras propios y los de los republicanos. ¿Les va a tirar a sus policías y marines como ya ha intentado en numerosos estados donde lo desprecian, o lo que hace con Venezuela justificándolo con narcos que se sabe son sus falsos positivos?
¿Cuánto le teme a caer que está provocando una guerra civil en Estados Unidos que lo puede balcanizar y de la cual está consciente que puede ser desastrosa? ¿Los fantasmas de Epstein, o el descrédito mundial por su búsqueda extemporánea de un unilateralismo que jamás podrá resucitar, le hace tanto daño que acude a tales falacias?
Sr. Trump, permítame explicarle lo que quise decir cuando afirmé que no hay ni ha existido nunca un país comunista ni un partido o una asociación nacida de ese hecho. Los partidos que llevan ese título por nombre lo hacen de manera metafórica, no por la experiencia de que hubo un país comunista, sino para indicar un rumbo ideológico diferente al de capitalismo y al menos mil veces más humano.
Según la literatura, el nombre de comunismo al que usted hace referencia deriva de una alusión a lo que se reconoce como la primera civilización humana que, por un convencionalismo, los antropólogos e historiadores denominaron comunidad primitiva porque eran grupos de personas que, como las manadas, vivían juntos y compartían los recursos de manera colectiva y equitativa.
No existía el dinero, no había ambiciones ni mezquindades como ahora, no explotaban a nadie, vivían de su trabajo, de lo que sembraban y cazaban, los recursos naturales eran de todos porque no había propiedad privada, ni empresarios, ni estafadores, ni explotadores, ni miserables de toda laya.
La tierra era un bien común porque ella les daba por igual a todos alimentos, cobijo y derechos, y por tanto los ricos y multimillonarios no existían, tampoco divisiones sociales ni del trabajo porque todos laboraban en común para resolver sus necesidades de manera fraternal, colectiva, e incluso, aunque no había gobiernos, las decisiones se tomaban de forma socializada, con una jerarquía mínima, y la cooperación era fundamental para la supervivencia.
Y era tan hermosa y natural la vida y la convivencia, tan ideal aquella forma de relacionarse los seres humanos, y tan bella la naturaleza que sentían como parte de su existencia, que las personas más románticas de épocas ulteriores, incluida la nuestra, comenzaron a añorar aquella vida silvestre tan igualitaria y perfecta.
A esa utopía la denominaron de forma convencional, e incluso poética, comunismo, una metáfora, o quizás también una parábola como las del Nazareno, para ilustrar el objetivo de lograr construir una sociedad en la que el hombre no fuera su propio lobo. Esa meta no se ha podido lograr, Sr. Trump, lo cual no significa mucho para usted.
Puede ser que cuando el hombre la alcance, y creo que nadie tiene dudas de que lo logrará más temprano que tarde, no lo llamen comunismo, o ni siquiera el socialismo predicativo de hoy que bastante poco tiene que ver con las formas comunitarias de vida, sino cualquier otro nombre.
Es lo de menos.
No creo que cuando ese momento llegue usted, o yo, estemos entre los vivos que lo disfrutarán. De mí, simple periodista, nadie hablará, pero usted tendrá la desgracia de que, cuando se haga el recuento de la historia, aparecerá como el más denigrante de los factores que propiciaron que aquella utopía cristalizara. Entonces, quienes lleven su apellido, se avergonzarán como aquellos que renegaron llevar el de Iscariote.

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