Propuestas y Soluciones

Prevención sin pánico

Prevención sin pánico
Política
Octubre 24, 2025 13:23 hrs.
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Jorge Laurel González › codice21.com.mx

Una onza de prevención vale una libra de cura.’ — Benjamin Franklin

En las ciudades costeras y ribereñas vivimos con dos realidades simultáneas: la del sol que atrae visitantes y la del agua que, en horas, puede cambiarlo todo.

Huracanes y tormentas tropicales con gran precipitación pluvial forman parte del paisaje climático; negarlo es ingenuo, sobredimensionarlo es irresponsable. La clave está en construir una cultura de prevención que proteja vidas y también la economía local. No se trata de elegir entre seguridad y turismo; se trata de entender que la seguridad bien gestionada es un activo turístico.​​​​​Cuando hablo de cultura de prevención me refiero a hábitos, protocolos y acuerdos que ocurren antes de la emergencia. Es mantenimiento de drenajes y canales, revisión de azoteas y andadores, poda de árboles riesgosos; es tener brigadas internas capacitadas, simulacros con personal rotativo y manuales en varios idiomas con rutas de evacuación claras. Es saber quién decide qué, cuándo y cómo se comunica. Esa cultura no puede improvisarse con el radar encima; debe ser parte del día a día del destino.​​​​​​​​​​

La comunicación responsable es el corazón de esa cultura. En zonas turísticas, un anuncio mal planteado puede vaciar hoteles y restaurantes, y un anuncio tardío puede costar vidas. Propongo cinco principios: veracidad, oportunidad, proporcionalidad, empatía y coherencia. Veracidad: datos confirmados y fuentes identificables. Oportunidad: informar a tiempo, no cuando el rumor ya hizo su daño. Proporcionalidad: dimensionar el riesgo sin adjetivos innecesarios. Empatía: explicar qué hacer de manera simple, sin culpas ni tecnicismos que confundan. Coherencia: alinear la voz del sector privado con la autoridad de protección civil; un solo mensaje, varios canales.​

Ese mensaje debe estar diseñado para viajeros. Hablamos de huéspedes que quizá viven su primer ciclón tropical y de trabajadores que ya han pasado por varios. Por ello necesitamos materiales bilingües y multicanal: QR en la recepción que abra un plan de emergencia, tarjetas en la habitación con pictogramas, mensajes programados por WhatsApp con actualizaciones oficiales, y una persona del hotel disponible para resolver dudas cara a cara. La experiencia enseña que la información clara reduce la ansiedad y previene decisiones impulsivas, como intentar salir a carretera cuando es más seguro permanecer resguardados.​​​​​​La prevención se organiza en tres tiempos. Antes de la temporada: inventarios de lámparas, radios, botiquines, lonas; verificación de plantas eléctricas y bombas, protecciones para áreas críticas; acuerdos con proveedores para reabastecimiento post-evento; listas de verificación para cocina y cuartos fríos; convenios con transporte para movilidad controlada del personal. Durante el fenómeno: una cadena de mando sin ambigüedades, responsabilidades por área y actualizaciones periódicas —por horarios— para evitar la ’infofagia’ que satura y asusta. Señalización de zonas seguras dentro del hotel y coordinación con inmuebles vecinos. Después: evaluación de daños, retiro de escombros y agua, limpieza sanitaria y comunicación transparente sobre la reapertura parcial o total. Aquí la narrativa importa: no es ’ya pasó, vengan todos’, sino ’este es nuestro estatus, estos servicios están operando, estos siguen en reparación, estas son las garantías al cliente’.​​​

Un capítulo especial merece la política comercial en contingencias. La flexibilidad en cambios y cancelaciones, publicada con claridad, evita conflictos y protege la reputación. No es regalar noches: es gestionar expectativas. Un correo a huéspedes con reservas próximas —explicando pronóstico, medidas y opciones— convierte a un potencial reclamante en un aliado. Y cuando la reapertura sea segura, la misma comunicación puede invitar a reagendar, mostrando avances y certificaciones de seguridad e higiene.​​​​​​Quien dirige hoteles y restaurantes sabe que el pánico cuesta caro; pero callar el riesgo cuesta más. La confianza es la moneda dura del turismo. Se gana con consistencia: señalética que coincide con el plano, personal que responde lo mismo que dice el aviso y redes sociales que replican lo que Protección Civil informa, no lo contrario. En tiempos de saturación informativa, los destinos que comunican con método protegen su marca y vuelven más rápido a la normalidad.​​​También debemos mirarnos como parte del sistema de protección civil. Hoteles con salones robustos pueden fungir como refugios temporales para población flotante mientras pasa la lluvia intensa.

Cocinas industriales son nodos para preparar raciones si la cadena de abasto se interrumpe unas horas. Las cámaras empresariales pueden operar mesas de crisis con funciones repartidas: una coordina con autoridades, otra con hospitales, otra con proveedores y otra con medios. Ensayarlo en temporada seca y documentarlo es la diferencia entre eficacia y caos.​​​​La planeación urbana y el ordenamiento ecológico-territorial son tarea pública, pero el sector turístico debe involucrarse. No tiene sentido desazolvar un canal si, aguas arriba, hay tiraderos clandestinos que lo colapsan a la primera lluvia. Tampoco es razonable autorizar construcciones en cauces o en laderas sin muros de contención y drenajes adecuados. Quienes invertimos en un destino debemos exigir —y acompañar— estándares claros: mapas de riesgo actualizados, monitoreo hidrometeorológico local, sirenas y mensajes de alerta temprana funcionales, y mecanismos de inspección que realmente corrijan prácticas riesgosas.​​​​​En la parte operativa, ayuda estandarizar la semaforización de alertas en la comunicación al huésped: azul/verde para vigilancia y preparación; amarillo/naranja para medidas activas —guardado de mobiliario, restricción de playa, resguardo en interiores—; rojo para suspensión total de actividades y permanencia en zonas seguras. Esa gramática visual, repetida igual en hoteles, restaurantes y centros comerciales, reduce fricción y acelera la obediencia de medidas.​​Finalmente, pensemos en la recuperación como un capítulo de la prevención. Si documentamos daños y soluciones con rigor, aprenderemos para la siguiente temporada. Si coordinamos campañas de promoción con honestidad —sin prometer lo que no está listo—, la ocupación regresa con menos curva de desconfianza. Si apoyamos a nuestro personal con protocolos claros y programas de respaldo, el capital humano, que es nuestro verdadero patrimonio, vuelve fortalecido y orgulloso de pertenecer a un sector que cuida.​​​​​​Acapulco y tantos puertos del país han conocido la fuerza del agua y del viento. Pero también conocen la fuerza de su gente. La cultura de prevención no es un manual empolvado ni un discurso para la foto; es una práctica viva que se ensaya, se mejora y se comparte. Prevenir sin alarmar, comunicar sin ocultar: ese es el equilibrio que nos permitirá recibir a quienes nos visitan con la misma promesa de siempre —hospitalidad—, y con una nueva: seguridad.​​​​Recordemos que solamente Juntos, Logramos Generar: Propuestas y Soluciones.

JLG

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