A poco tiempo de asumir la presidencia, Claudia Sheinbaum enfrenta uno de los mayores retos de su mandato: redefinir la imagen de Morena y marcar distancia con los casos de corrupción que han manchado a personajes cercanos al movimiento. Este objetivo parece llevar a cabo una purga estratégica, centrada en exgobernadores y funcionarios cuyo actuar, lejos de fortalecer el proyecto de la Cuarta Transformación, lo ha debilitado.
Desde irregularidades por corrupción en Veracruz y Morelos hasta investigaciones en el Instituto Nacional de Migración, Sheinbaum ha trazado una línea clara: no habrá espacio para quienes representen un lastre para Morena.